domingo, 27 de septiembre de 2009

Historia del eucalipto en el Valle del Mantaro


Historia Sintètica del Eucalipto
en el Valle del Mantaro

Por Abelardo Samaniego Arauco

Las primeras semillas australianas del eucalipto llegaron a Huancayo en 1864, traídas por el joven vaporino francés trotamundos: Francoise Lapierre Rousseau, tras un largo viaje que demoró más de seis meses, como después comentara con los descendientes de la familia que formó en “La Incontrastable”.
Las primeras plantas brotaron y se aclimataron en el fundo “Miraflores” del distrito de Sapallanga, de la familia Ráez Gómez, junto al fundo “Aguamiro” de la familia Granados, así como en el Pasaje “Muqui” del barrio de Pincha del entonces distrito de Chupaca, a orillas del río “Cunas”, donde muy pronto también surgió un chalet de estilo francés edificado por el inteligente extranjero, el cual fue demolido hace aproximadamente 50 años. (1).
Diez años antes, en 1854, París se había convertido en el semillero mundial entusiasta difusor del nuevo árbol que, como milagrosa “verde pólvora”, rápidamente empezaba a propagarse a todos los continentes del Globo.

EL EUCALIPTO EN EUROPA

“Los primeros ensayos hechos en Europa y Norte de África, para la cultura del eucalipto, datan del viaje de P. Ramael a Australia en 1854. De aquel continente hizo varias remesas de semillas y trajo también en gran cantidad a su regreso a Francia en 1857, tornándose desde entonces en un verdadero apóstol del eucalipto, aconsejando su cultura en todos los países mediterráneos”. (2).
Esta vocación francesa por difundir a nivel mundial la mirtásea australiana en 1857 y años subsiguientes, tuvo una feliz coincidencia con las investigaciones científicas de diferentes órdenes que venían realizando a la sazón en el Valle del Mantaro algunos estudiosos, entre los que deben citarse principalmente al eminente educador español Dr. Sebastián Lorente Ibáñez, natural de Murcia; Antonio Raymondi, ilustre Naturalista milanés y, a don Manuel Apolonio Ráez, estudioso hijo del lugar, descendiente de los corajudos “moro-granadinos” y Primer Gobernador de Huancayo. (3)
Todos estos investigadores visualizaron la posibilidad de aclimatar el eucalipto en el amplio Valle andino, ya que sus permanentes especulaciones ambientales los llevó a la conclusión de que “Perú y Australia se encuentran relativamente en el mismo Paralelo del Mapa Climatológico del Mundo”. Sobre este particular, tanto Lorente como Raymondi escribieron a cenáculos, amigos y científicos de España, Italia y Francia, conectándose de alguna manera con quienes estaban empeñados en el Viejo Mundo por esparcir a todo el Orbe la benefactora planta.
En Europa también hizo su parte el escritor peruano Mateo Paz Soldán que, al escribir pasajes del Valle del Mantaro, informaba: “En árboles corpulentos y de construcción es sumamente escaso. Uno que otro sauce y aliso, un solo cedro y algunos molles forman toda la riqueza vegetal de este hermosísimo Valle”. (4)

PRIMEROS EUCALIPTOS DEL VALLE

Fueron de la variedad: e.glòbulus. Brotaron como queda dicho en Sapallanga y Chupaca. Cuando se creía, durante tanto tiempo, que hubiera sido el Convento de Ocopa donde aparecieron los primeros ejemplares, fueron los mismos franciscanos, debidamente documentados, quienes esclarecieron el hecho histórico en el Primer Congreso Nacional del Eucalipto, realizado en Huancayo en 1969, por intermedio de su ponente, el R. P. Emiliano María. (5)
El aporte franciscano al citado Congreso reveló las anotaciones hechas, en 1919, por el R.P. Bernardino Idoyaga, perito en la materia y acucioso investigador, quien escribió: “Los primeros ejemplares (de eucaliptos), según se nos dice, aparecieron en Huancayo donde las familias Ráez y Gómez en 1865 y trajo las semillas un ciudadano francés N. Lapierre. Durante el gobierno de Manuel Pardo, en 1872, aparecieron algunos árboles en Concepción, en el molino del Sr. Duarte; y de allí se propagaron en el Convento de Ocopa en 1880, donde comenzó a cultivarse en gran escala, librando a esta Comunidad del pésimo combustible de las champas que apenas tienen calorífico y cuyo acarreo desde las punas suponía un gasto considerable”. (6)

EL FRANCÉS LAPIERRE ROUSSEAU

A su llegada a Huancayo, Francoise Lapierre instaló un establecimiento comercial. Intimó con la chupaquina Petrona López, con quien se casó y formó familia. En Pincha, barrio natal de su esposa, plantó eucaliptos. “Allí se desarrolló uno tan inmenso que era visitado por mucha gente. Se convirtió en morada de gallinazos por su alta copa…” , recuerda el nieto, Luis Galván Lapierre, actual contador público huancaíno.
El mismo informante recuerda que el inmenso árbol fue abatido allá por los años 40; que su diámetro sobrepasaba tranquilamente los 2 metros y que el traslado, a Huancayo, de un solo pedazo llamado, “Tronco de Lapierre”, se hizo con banderas y fue motivo de fiesta general. (7)
Lapierre Rousseau, tuvo en Huancayo, el negocio de mantenimiento de las primitivas lámparas del alumbrado público. Fue profesor de francés en “Santa Isabel”. Con su trabajo se hizo de propiedades. En algún momento, gran parte de la manzana que ocupaba la Cárcel Departamental de Junín, fue su propiedad. Nostálgicamente pugnó siempre porque sus hijos se educaran bien y aprendieran el francés a fin de que pudieran proseguir estudios superiores en Francia donde tenía familiares. Lamentablemente, en este empeño no lo secundó su esposa por sentimentalismos provincianos.
Una de sus hijas, la última, fue doña Cristina Lapierre López, madre de nuestro entrevistado. Ella murió en 1972, a la edad de 80 años, e hizo valiosas referencias sobre la Historia del Eucalipto en el Valle del Mantaro.
Los restos de Francoise reposan en el suelo del Cementerio General de Huancayo, sobre cuya tumba se alzaba el recordatorio de una gran cruz de fierro que lamentablemente ha sido sustraída, debido a la codicia que despertaba su tonelaje. Pero a cambio quedan en el Valle millones de eucaliptos en más de 70 variedades aclimatadas, que es el mejor homenaje que se le puede tributar a quien trajo las primeras y pequeñas semillas de la maravillosa mirtásea.

APORTE DE MANUEL PARDO

Posteriormente, en 1872 llegaron a Huancayo mÁs plantas de eucaliptos por orden del Presidente Manuel Pardo y procedentes de la Escuela de Agricultura de Lima. Es de este hecho que da cuenta en su “Monografía de Huancayo” el Naturalista Nemesio Ráez Gómez, prominente miembro de la Sociedad Geográfica del Perú. (8)
Desde joven, Manuel Pardo fue un enamorado del Valle del Mantaro por cuyo progreso forestal se preocupó desde 1872, en que asumió a la Presidencia de la República. Leamos lo que escribió el fundador del “Partido Civil” a los 26 años de edad: “Jauja representante de la zona templada con un temperamento digno del Paraíso, produce el trigo, el maíz y todos los granos y frutos que se cosechan en el Mediodía de Europa. Una reunión de circunstancias excepcionales hace de la provincia de Jauja un País único en la superficie del Globo”. (9)
Es indudable que, por su parte, también contribuyeron a la aclimatación y difusión de este árbol, en el Valle del Mantaro, las opiniones favorables del sabio Sebastián Lorente, que funda el Colegio “Santa Isabel” de Huancayo en 1852, es decir 12 años antes de la llegada por primera vez de la mirtásea. “Aquí inspiraron a Lorente la copocidad de árboles como el quinhual, el aliso, el saúco, el guindo, el senecio, la “tacsoria” o tumbo. Así como al extraordinario geógrafo italiano Antonio Raymondi, esta tierra ofrecióle el cielo azul, los campos verdes, el canto de los zorzales y jilgueros; su paisaje con el sol radiante y las aguas plateadas del Mantaro. (10)
Asimismo, fueron también factores determinantes para la propagación del eucalipto en este Valle, los estudios de clima, paisaje y ecología de la Región, realizados por el sabio italiano Antonio Raymondi. De los 19 años que permaneció en el Perú, durante algunos estuvo en el Valle y, más concretamente en 1862 en Huancayo, estudiando la calidad de sus aguas a fin de recomendar a las más potables para las primeras piletas de la ciudad y, por cuenta del Concejo, tal como comentaba “La Esperanza”, en su edición del 23 de agosto de 1862. (11)

CONGRESO DEL EUCALIPTO

Este se realizó de abril a julio de 1969 en Huancayo, con el apoyo de las principales entidades que brindaron salas de conferencia y asistencia de funcionarios para los debates y, entre logros, aportó el esclarecimiento de algunos datos históricos como los enunciados.
Entre las personalidades extranjeras que brindaron su colaboración entusiasta, citamos al ingeniero Lucas Tortorelli, ex director de los Parques Nacionales de Argentina y funcionario de la FAO, quien aportó interesantes experiencias y conocimientos por intermedio de las páginas de “El Comercio” de Lima. Y, en este sentido, debemos destacar el apoyo entusiasta del Decano de la Prensa Nacional que abrió en aquella época una amplia campaña sobre la necesidad de una Reforestación Racional en todo el país.
Al tocar el punto de la participación de la prensa nacional en dicho Congreso, resulta obligado recordar el sesudo artículo escrito en aquel entonces por Ciro Alegría en “Expreso” apoyando el singular evento (12).

CORRECCIÓN NECESARIA

El evento resultó positivo en muchos aspectos, ya que incluso sirvió para que el joven ingeniero forestal Eduardo Velarde caracterizara la necesidad de hacer una corrección en el orden científico en la clasificación de las diferentes especies. “Nos hemos dado cuenta que en el Perú se confunde –subrayó el joven técnico. La especie EUCALIPTUS CAMALDULENSIS DEHN ò ROSTRATA SCHLECHT, señalándolas como especies diferentes cuando en realidad estos nombres constituyen una misma especie, o sea que son voces sinónimas”. (13)

NECESIDAD DEL SEGUNDO CONGRESO

Para terminar, nos permitimos sugerir la urgente necesidad de la convocatoria del Segundo Congreso Nacional del Eucalipto por la entidad pública o privada que sea, ya que lo fundamental en estos casos es el mutuo intercambio de informaciones estadísticas, a fin de establecer la cantidad exacta y volumen de los eucaliptos maderables que alberga en estos momentos la gran masa forestal de la República.

BIBLIOGRAFÍA

(1) Conclusiones del Primer Congreso Nacional del Eucalipto, realizado en Huancayo de abril a julio de 1969, organizado por la Federación Peruana de Defensa de los Recursos Naturales Renovables.
(2) “Apuntes de Historia y Sistemática del Género Eucaliptus” Edic. “Amauta”, Junín 1967, Perú, Eduardo Velarde.
(3) Entrevista con doña Fidela Zavala Maskaraqui, viuda de Jorge Nemesio Arturo Ráez Cisneros, autor de “Peces del Perú” y “Diccionario Quechua”.
(4) “Geografía del Perú”, París 1862, Mateo Paz Soldán.
(5) “El Eucalipto en Ocopa y en el Valle de Jauja”, Huancayo, abril de 1969, R.P. Emiliano María, franciscano de Ocopa.
(6) “El Cultivo del Eucalipto”, Florecillas de San Antonio, Lima 1919, R.P. Bernardino Idoyaga.
(7) “El Tronco de Lapierre”, entrevista con el contador público huancaíno Luis Galván Lapierre, nieto de Francoise. A.N.A Huancayo, julio de 1983.
(8) Manuel Apolonio Ráez. Huancayo: Ligeros Apuntes sobre sus Límites, Constitución Física, Habitantes, Caminos, Etc. Lima, 1892.
(9) “Las Guerrillas Indígenas en la Guerra con Chile”, Nelson Manrique Gálvez. Ital-Perù, 1981.
(10) “Historia del Colegio Nacional Santa Isabel”, Huancayo. “Ciusal”, Miguel Suárez Osorio.
(11) “La Esperanza”, órgano municipal de Huancayo, 1862.
(12) “El Congreso Nacional del Eucalipto”, artículo de Ciro Alegría, diario “Expreso”, Lima 1969.
(13) “El Eucalyptus Camaldulensis Dehn ó Rostrata Schlecht en el Perú”, Amauta, Junín 1968, Perú, ingeniero Eduardo Velarde.

miércoles, 23 de septiembre de 2009


INMIGRANTES DEL SIGLO XIX

Italianos en el Valle del Mantaro

Eugenio Callegari, innovó la alimentación en la sierra central, enseñando el cultivo y consumo de la alcachofa y otras hortalizas. Sus descendientes peruanos recibieron un homenaje del Alcalde de la Comune de Lerici, en Italia.

Desde tiempos de la colonia muchos italianos llegaron al Perú, principalmente de las regiones del norte, siendo en mayor número los procedentes de Génova y la región de Liguria. Los marinos genoveses eran reclutados en la armada española por sus habilidades en la cartografía y técnica de navegación, quienes después se convertían en mercaderes. España necesitaba buenos navegantes para el comercio con sus colonias; por eso, la República de Génova fue su aliada desde 1528 (1). Por aquellos años la vida en Europa, en general, era muy dura, agravada en las décadas de 1860 y 1870, cuando la industria naviera italiana entró en un proceso de cambio que permitió reemplazar las embarcaciones de vela por naves a vapor, con lo cual muchos marinos quedaron sin trabajo.

Testigo de esta historia de inmigrantes hacia tierras de América fue Eugenio Callegari Bertella, quien para llegar al Perú tuvo que pasar por una serie de peripecias, parte de las cuales lo conocimos hace poco durante un viaje familiar a Lérici, Italia, su suelo natal, donde fuimos recibidos por el Síndaco (Alcalde) de la Comune (Municipalidad) de Lérici, Emanuele Fresco, quien recordó algunas circunstancias que obligaron a los italianos a dejar su país en busca de nuevos horizontes. Fue una emocionante experiencia el haber llegado a la tierra que vio nacer al abuelo, donde la familia Callegari sigue latente en el tiempo y la historia.

Por entonces en el Perú se vivía, en cambio, una época de bonanza económica debido a la explotación del guano de las islas. Los marinos que ya habían visitado el Perú transportando guano, carbón y bienes manufacturados, fueron los primeros que decidieron establecerse en esta parte de Sudamérica, alentando a sus familiares y amigos a dejar su patria y buscar una nueva vida en el Perú. “Marineros y campesinos, principalmente de Liguria –dice Joëlle Hullebroeck en la presentación del libro “Los italianos en la sociedad peruana”-, llegaron de manera continua aunque no cuantiosa al Perú, trayendo a su país de adopción una “cultura de la movilidad” con redes de flujos migratorios familiares de ida y retorno y una gran capacidad de trabajo y ahorro” (2).

La adaptación de estos inmigrantes no fue difícil porque aquí encontraron un ambiente favorable debido a la tradición católica y a la herencia latina común. De otro lado, por el auge de la actividad comercial e industrial el Perú tenía que hacer propaganda en Europa para atraer más inmigrantes que ofrecieran invertir e iniciar nuevas industrias. Unos entraban “al sector de los negocios, como propietarios o dependientes en pequeños establecimientos de venta al por menor”; otros, “se desempeñaban en oficios especializados o semi- especializados, trabajando como sastres, albañiles, carpinteros o panaderos.” También se empleaban “como obreros, a la vez que las mujeres generalmente encontraron trabajo como mucamas, lavanderas o cocineras” (3).

Una élite de inmigrantes italianos, sin embargo, fueron empresarios, banqueros e industriales, que contribuyeron en el desarrollo del país, gracias a su buena educación y preparación. Poco a poco llegaron a fundar una serie de instituciones dedicadas principalmente a la salud, como el Hospital Italiano, y a la educación, permitiendo la incorporación de médicos y profesores italianos que introdujeron innovaciones en la medicina y la educación.

¿Cómo llegó Eugenio?

El inmigrante italiano optaba por establecerse de preferencia en el puerto del Callao, Lima y otras ciudades de la costa peruana. Sin embargo, no faltaron quienes se internaron hacia la sierra y la selva, para dedicarse a la minería y a la agricultura.

Uno de ellos fue mi abuelo Eugenio, natural de Lérici, región de Liguria, quien salió de Génova en junio de 1881, en el barco “Fanfulla”. Desembarcó en el puerto del Callao para no regresar más a Italia. Tras él vino su primo, también llamado Eugenio, para buscarlo, porque los familiares no sabían nada de él. Lo buscó por todas partes y nunca lo encontró, hasta que llegó a Trujillo donde se quedó definitivamente.

Eugenio Callegari nació el 13 de octubre de 1860. Sus padres fueron Giuseppe y Teresa. Tuvo dos hermanos mayores: Giovanni y Luigia. Refería que al morir sus padres el hermano mayor lo maltrataba, y muy joven ingresó a trabajar en una empresa ferrocarrilera de donde fue levado para cumplir con el servicio militar en la marina italiana. Es donde se informa de cómo se hacía fortuna en América, y particularmente en el Perú. Al llegar al Callao se adaptó fácilmente a la vida porteña, puesto que como era natural de la región italiana de Liguria, estaba acostumbrado a la actividad portuaria y marina. Deseoso de conocer más viajó hacia la región central del país, allí quedó impresionado por la belleza del paisaje y la riqueza minera de los Andes. Se convirtió, entonces, en minero, actividad en la que le fue muy bien. Al poco tiempo ya era capitán de minas (ahora ingeniero de minas) en Casapalca, Morococha y finalmente en Cerro de Pasco. Se recuerda que los días de pago recibía su remuneración en libras esterlinas en unas bolsas blancas de lona que con una cuerda se ataba por un extremo. En Lima conoció a la mujer que sería la compañera de toda su vida, Rosalía Sanabria Narváez, natural del pueblo de Matahuasi, provincia, por entonces, de Jauja, departamento de Junín.

Cuando Eugenio se retiró de la actividad minera, el matrimonio con sus cinco hijos se estableció en Matahuasi, donde la señora Candelaria Narváez (madre de Rosalía) era dueña de una considerable fortuna, en tierras y animales, en el anexo de Yanamuclo. El padre de Rosalía, JuandeMata Sanabria, había muerto heroicamente en el combate de Concepción, el 9 de julio de 1882, durante la invasión chilena. En Matahuasi compró una casa que la remodeló de tal manera que sus paredes medían casi un metro de ancho y la acondicionó dándole un confort único, el decorado de los interiores llevaba unas láminas especiales traídas de Italia. Por entonces era la vivienda más vistosa, y conocida como la “Casa del Canto”, donde posteriormente instaló un taller de herrería, que fue el primero del valle del Mantaro. Eugenio fue un hombre que llegó a tener una gran influencia y consideración debido a su eficiencia y don de gentes, a su honradez y dedicación al trabajo, su disciplina y responsabilidad. Fue muy querido, respetado y depositario de toda confianza.

El aporte de Eugenio Callegari en el centro del país es notable en la economía, la industria y la cultura. Introdujo el cultivo y consumo de la alcachofa y demás hortalizas en Matahuasi y el valle del Mantaro. Los que lo conocieron contaban que los lugareños al verlo a él y su familia degustar las hortalizas se admiraban y decían “el gringo que come hierba”. Del mismo modo fue un aliado importante de los padres franciscanos del convento de Ocopa en la propagación del plantío del eucalipto en toda la zona. Por todo esto, Eugenio Callegari debería ser considerado como un precursor de la formación técnica y de la ecología en el Perú, por haber sido pionero de la minería, la industria metalmecánica y uso adecuado de la tecnología de la época, así como por difundir el cultivo y consumo de la alcachofa y otras hortalizas y la reforestación del centro del país.

El matrimonio tuvo cinco hijos: Emilia, Odilia, Rubén, Pílade y Licia Callegari Sanabria, cuyos descendientes hoy viven en Matahuasi, Huancayo, Satipo, Huanuco, Lima, y otras ciudades del país. Los 21 nietos siguen las huellas del inmigrante italiano como industriales, empresarios y profesionales. Los bisnietos, igualmente, pueblan distintos lugares del Perú y el extranjero varios, precisamente, viven en Italia. A los 74 años de edad, Eugenio murió el 16 de enero de 1934. Sus restos reposan en el cementerio general de Matahuasi, pueblo que adoptó como su tierra natal.

En busca de la patria del abuelo

Esta nota, quizás, no estaría completa sin un breve comentario sobre el reciente viaje que hicimos a Italia. En efecto, desde diciembre del 2007 y enero del 2008 estuvimos por allá en compañía de mi esposa Elvira, mi hermano Sigifredo y mi cuñada Cory. Fue un viaje de visita a los sobrinos: Karito, Francisco y Fernando, con motivo del matrimonio de la primera, quien se casó el 12 de enero con el italiano Daniele Baldassa. Pero también había otro motivo, llegar a Génova y Lérici, lugar donde nació y vivió el abuelo Eugenio. Allí nos encontramos con Riccardo Bonvicini, hijo de Luigi Bonvicini Callegari (fallecido el 2002), con quien ya manteníamos correspondencia desde 1985, gracias al amigo de Sigifredo de apellido Bertolazzi, natural de Bologna. Este segundo deseo se cumplió el 21 de enero, un lunes que será inolvidable. Dos días antes habíamos celebrado los 44 años de cuando Elvira y yo nos unimos en matrimonio. Fue extraordinario. Recordar un aniversario tan especial en una ciudad europea.

El sobrino Riccardo es periodista del diario IL SECOLO XIX de la ciudad de La Spezia. Un orgullo de colega. Sabíamos que él quería conocerme y, desde luego yo, ni qué decir, y con un abrazo al estilo italiano estrechamos el vínculo familiar. En el caso de mi hermano, era simplemente un encuentro más, pues él llegaba a Italia por enésima vez. Algunos nietos y bisnietos de Eugenio Callegari, nacidos en el Perú, han adquirido la ciudadanía italiana, esto es loable, pero es justo reconocer que ello ha sido posible gracias a Sigifredo Yupanqui Callegari, quien en 1995 hizo un viaje expreso a Italia, para sacar de Lérici la partida de nacimiento del abuelo, documento sin el cual no se podía iniciar ningún trámite. Ahora está abierto el camino para que otros descendientes del inmigrante se acojan a este derecho de la doble nacionalidad, que nos corresponde de acuerdo a ley.

El sobrino Riccardo también propició un encuentro con Emanuele Fresco, Síndaco de la Comune de Lérici. El Síndaco al conocer de nuestra presencia como peruanos descendientes de un lericino nos dio una recepción muy cálida, resaltando la trascendencia de la visita. Dijo que era un momento agradable tener en la Comune de Lérici a descendientes de un italiano ilustre que hizo de su vida una patria familiar en el Perú.

En seguida, sacó de una vitrina de su lujoso despacho la bandera y escudo de la ciudad y su banda, símbolo de autoridad, para expresar oficialmente la bienvenida y permanencia de los descendientes del italiano Eugenio Callegari. Sean bienvenidos, concluyó, en este pueblo que también es de ustedes, porque desde aquí partió un italiano hacia el Perú que también es nuestro en sentimientos y respeto, dijo emocionado. Finalmente, nos obsequió un almanaque histórico del 2008, con textos de Riccardo Bonvicini, y un libro de versos “PICCOLO CABOTAGGIO” del poeta italiano Paolo Bertolani, natural de La Serra de Lerici. Por nuestra parte, agradecimos muy cordialmente. Luego, guiados por el sobrino, fuimos a La Serra, el lugar donde vivió el abuelo Eugenio, nos enseñó el sitio donde estuvo la casa en la que nació, ahora ocupado por otros edificios; después, llegamos al archivo histórico de Sarzana, a donde acudimos para obtener documentación histórica de la familia.

De Lérici pasamos a visitar Cinque Terre (Cinco Tierras), guiados por Daniele, el esposo de Karito, recorrimos estos encantadores lugares admirando Riomaggiore, Manarola, Corniglia, Vernazza y Monterosso, un corredor maravilloso “entre el cielo y el mar, un paisaje creado por el hombre”. Cuan hermosa la impresión de realidades distintas como, por ejemplo, el lago Maggiore que baña varias ciudades de Italia y Suiza; el Duomo, el Castillo de Sforszesco de la época medieval o el Museo de la Ciencia y la Tecnología Leonardo Da Vinci de Milán; el Museo Textil de Busto Arsizio, se dice que esta ciudad es la cuna de la industria textil europea. Roma “La Eterna”, la Basílica de San Pedro en El Vaticano, Venecia, Génova, Florencia. En fin, fueron unos días de extraordinarias e inolvidables experiencias. Gracias al abuelo.

(1) BONFIGLIO, Giovanni, LOS ITALIANOS EN LA SOCIEDAD PERUANA,
Segunda Edición, Lima, 1994, p. 20.
(2) BONFIGLIO, Giovanni, ob.cit. p. 9.
(3) WORRALL Janet Evelyn, LA INMIGRACIÓN ITALIANA EN EL PERÚ
1860 – 1914, Lima, 1990, p. 5 y 6.

Lima, Marzo del 2008.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Los límites entre las provincias de
Jauja y Concepción

(Publicado en la revista “Montacanasta” N° 19 de Concepción, de Julio-Setiembre del 2009,
que dirige el profesor y periodista Jesús León Gonzales).

La Constitución de 1823 dividió al Perú en Departamentos, Provincias y Distritos, en sustitución de facto de las intendencias, partidos y curatos o parroquias, respectivamente, de la colonia. La creación de esta nueva nomenclatura se debió a la iniciativa de algunos representantes del Congreso o del Poder Ejecutivo, y se dieron en Lima, generalmente sin conocer la realidad del país, es decir se crearon distritos, provincias y departamentos de manera arbitraria queriendo los proponentes, quizás, congraciarse con alguna población o pagar favores políticos, por eso es que las leyes de creación en la mayoría de los casos, por desconocimiento del territorio, no precisan los límites causando conflictos entre vecinos. Ahí tenemos, por ejemplo, el caso de Ingenio y Quichuay, que siendo parte natural de Concepción y estando a sólo cinco kilómetros de su plaza principal, los pobladores de esos distritos tienen que viajar más de 20 kilómetros para llegar a la provincia de Huancayo, a la que los legisladores le asignaron.

La Dirección Nacional Técnica de Demarcación Territorial reconoce que los conflictos actuales, como consecuencia de la imprecisión y carencia de límites territoriales departamentales, provinciales y distritales, obedecen principalmente a la antigüedad de las creaciones políticas, así como a la falta de precisar procedimientos, criterios, requisitos técnicos y definiciones; y, hasta 1950, a la carencia de una cartografía que permita una lectura detallada del territorio. Los criterios para las creaciones no siempre han sido sustentados técnicamente, de modo que respondan a las exigencias de su geografía y al desarrollo social, mas al contrario, han sido impulsados por intereses políticos, económicos, etc., trayendo como consecuencia una división político administrativa poco funcional, que no facilita el ejercicio del gobierno local y la buena administración. Según la misma fuente el 79.8 por ciento de los distritos y el 92 por ciento de las provincias no están debidamente delimitadas.

Veamos la delimitación entre las provincias de Jauja y Concepción. Concepción era distrito de la provincia de Jauja y, por lo tanto, no tuvo motivos de preocupación por asuntos limítrofes por el Norte, hasta cuando le tocó elevarse a la categoría de Provincia por Ley N° 11648 de 30 de noviembre de 1951. Para que se diera la ley respectiva el Congreso encargó a la Sociedad Geográfica de Lima para que diera la delimitación correspondiente, según el dictamen, los linderos de la nueva provincia de Concepción por el Norte serían: Una línea que partiendo de un punto sobre el río Mantaro, cae en forma perpendicular sobre la línea del Ferrocarril Central Jauja-Huancayo, a la altura del kilómetro 311; sigue por las líneas del Ferrocarril hasta sobrepasar en 350 metros la marca del kilómetro 315, de donde varía al Sureste hasta encontrarse con el camino de herradura que conduce al pueblo de Yanamuclo, muy próximo a este camino corre el río Seco, de este lugar se dirige al Noreste atravesando la Carretea Central a la altura del kilómetro 317 menos 150 metros del Ferrocarril; sigue por la Carretera Central hasta el cerro Huamanhuaca, de donde asciende por el Divortium Aquarum, siguiendo sucesivamente por los puntos Rayia-Pata, Cruz-Puquio y Canchuyo, finalizando en el de Palia, sobre la margen izquierda de la Quebrada de Uñashuanca; continúa luego por el curso aguas arriba de esta Quebrada, hasta alcanzar una distancia de dos kilómetros, en que incide en un hito de demarcación interpueblos, allí existente; de este punto sigue por los de Tayasha, Chicchipata, Milouclo, Malahierba y Ninabamba, terminando en el hito de Chonta Chico.

La franja norte de la provincia de Concepción que se extiende entre las líneas del Ferrocarril y el río Mantaro llega, como ya se ha dicho, hasta el kilómetro 311 de la vía férrea, pero por algún breve tiempo llegó hasta más al norte, porque cuando se creó el distrito de Matahuasi el 23 de octubre de 1896, la ley (que se aprobó en el Congreso en 1893) incluía en la nueva demarcación a los pueblos de San Lorenzo y Huamalí, llegando a colindar entonces con Ataura; pero la Comisión de Demarcación Territorial del Congreso, admitiendo que “los pueblos de San Lorenzo y Huamalí, unidos a Apata por su situación topográfica y por vínculos y tradiciones especialísimas” y por estar muy distantes de Matahuasi con respecto a Apata, propuso la modificación mediante otra ley, disponiendo que los pueblos de San Lorenzo y Huamalí, continuarán formando parte del distrito de Apata de la provincia de Jauja. Una muestra más de que en Lima dan las leyes de creación de distritos y provincias sin conocer el territorio. Y, por último, al otro lado de la vía férrea, hacia el Este, es fácil ubicar la línea demarcatoria entre ambas provincias, partiendo del kilómetro 317 a 150 metros antes, el camino antiguo muy próximo al río Seco hasta la Carretera Central y por esta vía hasta el cerro Huamanhuaca y el Divortium Aquarum, señales geográficas inequívocas. Es de advertir, además, que ni la ley que crea el distrito de Matahuasi ni la ley modificatoria señalan límites, lo que nos remite a la delimitación establecida por la Sociedad Geográfica de Lima, al crearse la provincia de Concepción, delimitación válida para las provincias de Jauja y Concepción y para los distritos de San Lorenzo, Apata y Matahuasi.

Lope Yupanqui Callegari.
e-mail: yupanquicallegari@yahoo.com
Blog: eco-andino.blogspot.com

El Club Departamental Junín Realizó con Éxito la Primera Feria del Libro de Junín

Con el auspicio de la Municipalidad de San Borja, el domingo 22 de abril del 2007, en el parque “9 de Julio” del mismo Distrito, se realizó la Primera Feria del Libro de Junín en homenaje al “Día Internacional del Libro”, al “Día del Idioma Castellano” y al 473° Aniversario de la Fundación Española de Jauja como Capital del Perú. Además estuvo presente la “Fiesta Culinaria” a base de los sabrosísimos cuyes, variedad de panes y otros platos típicos.

Esta es la primera actividad cultural de la nueva institución que contó con la presencia de autoridades de la Municipalidad de San Borja, de la Asociación Nacional de Escritores y Artistas del Perú, demás autoridades del Distrito, invitados especiales e intelectuales de la región central y del país. Los autores que se hicieron presente exhibieron y vendieron sus obras. Se calcula que aproximadamente un millar de libros se expusieron, destacando los más antiguos como la obra HUANCAYO de Oscar Chávez, escrita en 1926, entre otras.

El presidente del Club Departamental Junín, Abelardo Samaniego Arauco, en la ceremonia que se realizó a las 11 de la mañana, hizo una breve reseña del libro juninense y sus autores desde el siglo XIX, y la destacada actriz nacional, Sra. Delfina Peredes Velásquez, declamó los versos referidos al Libro del vate universal César Vallejo y el poema CANTO A JUNÍN del poeta concepcionino Gustavo Prochazka Travi, quien fue galardonado con la Guirnalda de Laurel; y el escritor Edgardo Rivera Martínez recibió de sus codepartamentanos la propuesta de ser candidato al Premio Nóbel de Literatura para el año 2008. Cerraron el programa el representante de la Asociación Nacional de Escritores y Artistas del Perú ANEA y presidente de la Asociación Cívico Patriótica del Perú, Dr. Eduardo Portocarrero Luque, y la regidora Nori Paz Urrunaga de Ayala, a nombre del Alcalde de San Borja. Por último, los asistentes a la feria se sirvieron un vino de honor y degustaron algunos platos típicos, como el exquisito picante de cuy.

Los autores que concurrieron y exhibieron sus libros no sólo fueron del departamento de Junín, sino también amigos de otras latitudes, como por ejemplo, el celendino Santiago Araujo, el ancashino Arturo Aranda y el apurimeño Cosme Zegarra, entre otros.

El Pelotaris, Deporte de Origen Vasco

Con el nombre de pelotaris se conoce al juego tan difundido en el valle del Mantaro, que con la palma de la mano se lanza la pelota a un frontón. El juego llegó al Centro del país traído por los padres franciscanos, cuando en 1725 se establecieron en el convento de Santa Rosa de Ocopa. Al principio jugaban sólo ellos al interior del convento, pero como el deporte es el mejor medio socializador, poco a poco fue extendiéndose en los pueblos circunvecinos. Hoy es ampliamente practicado en las provincias de Concepción, Huancayo, Chupaca, Jauja, Yauli, Junín y Cerro de Pasco. En Lima también hay frontones, como en el campo de “Buenos Aires” en Barrios Altos o el del campo de Ceres en Ate, entre otros, donde van a jugar los pelotaristas provincianos, especialmente del Centro del país, residentes en la Capital.

En España, los vascos han desarrollado este juego denominado Pelota Vasca o juego de palma con pelota. Para ellos, pelotaris son las personas que practican el juego. Allá es deporte nacional y cuentan desde 1929 con la Federación Internacional de Pelota Vasca que orienta y promueve este deporte. Aquí, en nuestro medio, es necesario y será de mucha importancia que el Instituto Peruano del Deporte haga un esfuerzo por reconocer, reglamentar, oficializar y promover el varonil juego de pelotaris, eminentemente socializador y sano, que fortalece el acercamiento, compañerismo y solidaridad entre los pueblos que lo practican.

Los juegos con pelota, como es sabido, son de carácter universal y sus inicios se remontan a tiempos inmemorables. Hay leyendas que hablan de personajes mitológicos jugando con pelotas de piedra. Asimismo, son numerosos los documentos medievales que citan el juego de palma con pelota. La evolución de esta práctica daría lugar a lo que actualmente son el conjunto de modalidades denominadas como pelota vasca. Es el juego vasco con mayor proyección internacional, objeto de espectáculos en otros lugares del mundo como los EE.UU. de América, países latinoamericanos y Filipinas (http://www.geocities.com)/.

La modalidad de pelota a mano es la más antigua y la que se ha arraigado y desarrollado en nuestros pueblos de la región central con el nombre de pelotaris, y de pelotera, el campo donde se practica. Consiste en que la pelota es golpeada y lanzada hacia la pared o frontón con la palma de la mano, sin ningún instrumento accesorio que sirva de protección o cumpla otro fin. Este deporte, que requiere de inteligencia y fuerza, en la actualidad se juega con pasión en todos los pueblos de las provincias señaladas, despertando en el público, de otro lado, gran entusiasmo e interés por las apuestas.

La pared o frontón tiene un largo de 20 metros por seis de alto, de un sólo frente, ubicado en un terreno plano y afirmado, sin asperezas, de forma trapizoidal, pudiendo llegar hasta 60 metros desde la pared, el lado paralelo al frontón se abre a cada lado unos dos metros. La pelota de pelotaris es dura, del tamaño de una pelota de tenis, pesa aproximadamente 75 gramos y está hecha por una envoltura de jebe delgado forrada luego con una capa de estambre y, encima, por un cuero de gamuza finamente cosido.

EL JUEGO

El juego de pelotaris se inicia con el saque de la pelota con la mano del frontón, y después de que dé un bote la pelota, o sin bote, un jugador contrario la lanza contra la pared, también con la mano, y así sucesivamente hasta que uno de los contendientes pierda la continuidad del juego. Gana el equipo que llega a acumular 24 puntos, u otro puntaje según convenio entre las partes. Los equipos se forman también según pactos entrambos de cuatro, tres o dos jugadores por bando, existiendo también los desafíos mano a mano. Los saques para ser válidos deben pasar una línea paralela al frontón aproximadamente a 20 metros. El jugador que lance mal la pelota o la deje “morir” hace perder a su equipo y el punto se anota el grupo contrario, correspondiéndole por lo tanto el saque. El juego es dirigido por un juez o árbitro que anota los puntos que van sumando los contendientes, cuyos fallos son indiscutibles e inapelables.

El Prof. Juan Tenicela Ponce se ha inspirado en el juego de pelotaris y ha “dedicado a los amigos que practican el viril deporte” unos versos que se encuentran en su poemario que titula “Truenos del Atardecer” (Lima, 2003, p. 6-8), del cual extraemos los siguientes cuartetos:

Corre el contendor, a la pared restando, / estira la mano, veterano, da remate, / corre el otro, salva la pelota reptando, / la devuelve a los lados y no hay mate.
Sigue el juego con risotadas y lisuras; / candente vuélvese el día oyendo sermones; / saca, resta, vuela la pelota hasta los rincones, / agitan corazones y penas con tiesura.
Del Perú pocos pueblos conocen viril juego; / Chupaca, Huancayo, Jauja, Junín, Concepción, / irradian disputas candentes cual fuego, / tiempo ya que el I.P.D. dé su oficialización.
Otrora reducido campo fue “San Pablo”/ mudo testigo de titánicos encuentros, / hoy, en finca “Buenos Aires” hay eventos / que casi lloroso del pasado, no hablo.
Juego de pelotaris, te quiero con pasión, / allí conocí amigos falsos y sinceros, / no importa que pase el tiempo sin linderos, / yo jugaré con amigos de toda condición.

Al final del poema hay una nota en referencia al “frontis de pelotaris” del campo deportivo “Buenos Aires” de Barrios Altos que fue obra del recordado profesor matahuasino, por mucho tiempo administrador del recreo, don Jesús Oré Picho, Q.E.P.D.

GRANDES PELOTARISTAS DE AYER Y HOY

A continuación señalamos los nombres de algunos destacados pelotaristas de la región central del país. Claro está, que no están todos como debiera ser; sin embargo, considérese por ahora una aproximación, que más adelante, poco a poco, irá enriqueciéndose. Sea, pues, un homenaje de reconocimiento a los grandes valores de ayer y de hoy de este viril deporte, para que su recuerdo sirva de ejemplo y sean los paradigmas de las nuevas generaciones.

De Chupaca: Alberto Vilchez, Leoncio De la Cruz L., Justo Córdova, Angel Huamán, Ernesto Herrera, Gonzalo Laurente, Hugo Galván, Hermógenes Maraví, los hermanos Alvarado; de Sicaya: Oscar Ruiz, Francisco Villanueva, Carlos Gutarra, Julio Laura, Oscar Baquerizo; de Ahuac: los hermanos Arcos; de 3 de Diciembre: Juan, Edmundo y Gerson Castañeda; de Mito: Dante Vera, Juan Urdánegui Basurto; de Cajas: Máximo Castro, Javier Cosme; de Hualhuas: ... Velásquez, los hermanos Gamarra (“Toro” y “Torito”); de Concepción: César Ledesma, César Lozano, Justo Alipázaga e hijos, Juan Mesías Agüero, Tomás Manrique, Leopoldo Quinto, Hernán Vásquez Ch., ... Pantoja, Teodoro Maldonado; de Chota: Teobaldo Fernández D.

De Matahuasi; Abencio Rodríguez Carpio el más grande del valle del Mantaro convertido en una leyenda del pelotaris, Luis y Federico Aguilar, Eduardo, Abelardo y Juan Orosco Ames, Silvano Oré Salgado, Oscar Bravo Segovia, Amador Meza Adarmes, Leonidas Velasco Castro, Alfonso Oré Pérez, Moisés Pérez, Abraham Escobar Oré, Abelardo Escobar (“Lalo”), los hermanos Meza, los hermanos Barreto; de Apata: Alfredo Márquez e hijo Lolo, Alcibiades Márquez, Leopoldo Martínez, Marcelino Cejo, Antonio Muñoz, Antonio y Rolando Tenicela, Juan Tenicela Ponce, Orcoff Barreto, Germán Olivares, los hermanos Granados, los hermanos Bravo, Manuel Muñoz S., Sayán Palacios; de El Mantaro: los hermanos Huánuco, Francisco Sucuitana, Manuel Ponce, Marcial Figueroa; de Huayre-Junín: Armando Guerre, Adrián Anco, Máximo Cóndor, los hermanos Huaynate, los hermanos Porras, hijos y sobrinos.

Repetimos, en esta relación faltan muchos, de los pueblos mencionados como de otros no citados, pelotaristas que brillaron ayer y tantos más que brillan actualmente. No aparecen por falta de mayor información. Por eso, solicitamos a quienes conozcan sobre el particular nos escriban al correo que aparece al final de la nota.

Lope Yupanqui Callegari
e-mail: yupanquicallegari@yahoo.com
Blog: eco-andino.blogspot.com

viernes, 4 de septiembre de 2009

126º Aniversario de los combates de Acostamabo, Pampas, Huarpa, Huanta... de Setiembre de 1883.
Después del desastre de Huamachuco, Cáceres descansó unos días en Jauja –dice en sus Memorias- y luego hizo un llamamiento a las armas a los pueblos del centro para continuar la lucha contra el invasor. La derrota de Huamachuco había sido para él un acicate para seguir luchando. Lo demuestra el 12 de agosto de 1883, cuando en una nota le dice al contralmirante Montero: “¡El ejército de mi mando sucumbió valerosamente! ¡El desastre sufrido, lejos de abatir mi espíritu, ha avivado, si cabe, el fuego de mi entusiasmo!”. Palabras que, según Basadre, la historia del Perú debe acoger entre las más bellas que sus páginas pueden registrar.
Sólo un hombre como Cáceres podía en esas circunstancias sentirse firmemente resuelto a seguir consagrando sus esfuerzos a la defensa nacional. Cáceres conocía muy bien el desgaste del enemigo, por eso que no consideraba definitivamente terminada la resistencia armada. En tal virtud le hacía ver a Montero que desde el punto de vista militar y político era necesario contener el avance de las fuerzas invasoras hacia el departamento de Ayacucho y le recordaba que si bien contaba con numerosos voluntarios le faltaba las armas necesarias que le solicitaba con urgencia, para afrontar el cuarto período de la Guerra.
El coronel Martiniano Urriola, jefe de las tropas chilenas, desde Tarma marchó hacia Jauja, Huancayo y Ayacucho, con una división de 1500 hombres en persecución de Cáceres. Su objetivo en esta fase era cerrar el paso hacia el centro, para prevenir el repliegue de Montero hacia esa ruta para cuando emprendieran campaña contra Arequipa, e impedir que Cáceres pudiera reorganizar su ejército en Ayacucho, su tierra natal, donde tenía un gran apoyo, para lo cual, el jefe chileno tenía la orden de Lynch de liquidar toda resistencia y garantizar la consolidación del régimen de Iglesias, cuyas autoridades se posesionaron en muchos lugares apoyadas por las armas chilenas con la amenaza, además, de ser severamente castigados los que se opusieran a sus designios.
El llamamiento hecho por Cáceres en Jauja había producido el resultado deseado. Cuando llegó a Ayacucho ya tenía numeroso contingente y, por otra parte, las guerrillas continuaban actuando en toda la región central. En una carta enviada por el jefe chileno desde Huancayo informaba del enfrentamiento que había tenido con una fuerza guerrillera de 500 hombres en Huacrapuquio, el 12 de agosto, y la continua actividad de estas guerrillas que venían operando en Comas, Huayllabamba, Colcabamba, Pampas y Pazos, localidades situadas en los departamentos de Junín y Huancavelica, con muertos y heridos de ambos lados.
Desde que Urriola partió de Huancayo fue hostilizado en todo el trayecto por las fuerzas guerrilleras del sur de Huancayo, Huancavelica y Ayacucho que, esta vez, desplegaban un combate muy amplio, tanto contra las fuerzas chilenas como contra los iglesistas. El grado de autonomía alcanzado por las guerrillas indígenas era casi total. El saqueo de las haciendas era una cuestión agregada en rechazo al colaboracionismo de los partidarios de Iglesias.
En Colca, el jefe de una guerrilla numerosa y altamente organizada era Tomás Laimes, reconocido como general por sus huestes y que tenía como lugartenientes a los combatientes de apellidos Briceño, Vílchez y Santisteban. Las acciones de esta guerrilla estaban también dirigidas contra las propiedades de los terratenientes. Para ellos era igual combatir contra las fuerzas chilenas o contra los colaboracionistas, sus enemigos de clase.
El accionar de las guerrillas contra Urriola tenía por objeto dificultar la marcha de las fuerzas invasoras hacia el sur, para que Cáceres continuara con la organización del Ejército del Centro. Esta lucha iba incorporando nuevos medios de defensa, como reductos o trincheras hechos por el célebre Laimes para resistir a los chilenos, quienes al llegar a la región de Acostambo fueron recibidos a tiros.
La resistencia indígena mantuvo su intensidad a medida que las fuerzas chilenas avanzaban hacia el sur. El hostigamiento guerrillero era constante, recrudeciendo al acercarse a Izcuchaca. Para entrar en la zona, los soldados chilenos se vieron obligados a tomar rutas extraviadas porque tiradores bien parapetados en las alturas emboscaban los caminos. El cruce del río Mantaro fue igualmente dificultoso, cuando los guerrilleros intentaron cerrar el paso de los chilenos por el puente, fueron traicionados por los iglesistas dirigidos por Milón Duarte, trabándose enconada lucha hasta que al fin abrumados por el fuego enemigo, los guerrilleros tomaron las alturas desde donde desgalgaron enormes piedras, sembrando el pavor en los chilenos.
El 18 de setiembre los guerrilleros de Huando se enfrentaron a las fuerzas invasoras, sin lograr detenerlas. En Huarpa también los chilenos fueron duramente hostilizados. Urriola confiaba no encontrar resistencia en la región, porque los iglesistas habían venido laborando activamente para allanarle el camino, sobre esto le informaron en una nota, afirmando que Huanta no ofrecería resistencia. Pero Huanta estaba dividida, algunos vecinos estaban decididos a resistir, entre ellos el alcalde Francisco Sánchez, quien ofició al Prefecto Morales Bermúdez, solicitándole refuerzos porque el pueblo de Huanta estaba dispuesto a batirse “costare lo que costare”, pero esta solicitud no fue atendida, y Huanta tendría que combatir sola.
Del otro lado, los iglesistas de Huanta convocaron el 15 de setiembre un cabildo abierto presidido por José María Cárdenas. Según Luis Cavero en su Monografía de Huanta, eran los mismos de levita y gamonales que temiendo ser perjudicados en sus intereses particulares se ocultaron por no defender los intereses generales de la Patria.
El cabildo abierto decidió abrir las puertas a las fuerzas de ocupación y plegarse al régimen de Iglesias, adhiriéndose incondicionalmente al tratado de paz que se preparaba entre el Gobierno Regenerador de Montán y los chilenos, y desconociendo la autoridad del subprefecto, Federico Arias Ayarza, nombrado por el General Cáceres, eligieron en su lugar a José María Cárdenas. También acordó destinar la cantidad necesaria de los fondos municipales para atender los gastos de la recepción a las fuerzas chilenas.
Esta decisión no fue aceptada por todos los hauantinos y concitó el repudio de las comunidades circunvecinas. Al ver la obstinación de los indios y su actitud hostil y amenazadora se armaban también los notables al mando de José María Cárdenas, en cuya casa los iglesistas preparaban la recepción a los chilenos. Una comisión compuesta por Manuel Quisoruco, Feliciano Urbina, José Chávez y otros más que iban a darles el alcance fue atacada por guerrilleros partidarios de Cáceres. Al medio día del 18 de setiembre se entabló un reñido combate que duró cinco horas. Al final Huanta fue tomada por las guerrillas y los iglesistas sobrevivientes se refugiaron en la iglesia.
El 25 de setiembre se trabó un primer combate entre las guerrillas huantinas y las fuerzas chilenas. El 27 las acciones llegaron a su punto más alto, los guerrilleros huantinos cayeron sobre la columna enemiga, entablándose un furioso combate que ocasionó numerosos muertos en los dos bandos. Ese mismo día Urriola entró en Huanta, liberando a los iglesistas refugiados en la iglesia y castigando al pueblo con el incendio de sus viviendas, matando sus animales y depredando sus pertenencias de valor. El 30 partió rumbo a Ayacucho, donde no encontró resistencia, pues Cáceres se había replegado hacia Andahuaylas, para continuar con la preparación del Ejército del Centro. Urriola, sin embargo, para abandonar Ayacucho tuvo que necesitar la ayuda de los hacendados y ricos comerciantes. La colaboración de los iglesistas, partidarios del acuerdo de paz con cesión territorial, con las fuerzas chilenas era evidente, al punto que los hacendados de Huancavelica formaron una milicia urbana para proteger la retirada del ejército chileno y para detener la presión de los guerrilleros de las comunidades que ejercían sobre la ciudad.
Cáceres llegó a Andahuaylas el 03 de octubre y al día siguiente le escribió a Montero, manifestándole la sorpresa que le había causado la tenaz resistencia de los huantinos. Según él, lo que había desencadenado la resistencia fue el conocer que los iglesistas venían colaborando con los chilenos, lo que había herido el patriotismo de los comarcanos. A fines de octubre, el ejército y la guardia nacional estacionados en Arequipa se desintegraron y su jefe el contralmirante Montero, que le negó todo apoyo a Cáceres, por Puno huyó a Bolivia luego a Argentina y posteriormente a Europa. El 29, los chilenos ocuparon Arequipa sin disparar un tiro.
Y mientras Cáceres nombraba al coronel Miguel Lazón como Comandante General de los destacamentos guerrilleros y el pueblo seguía combatiendo, Iglesias en forma apresurada y traidora había aceptado el oprobioso Tratado de Ancón, el 20 de octubre de 1883, por el cual el Perú perdía Tarapacá y Arica, y se quedaba con el lastre que hasta hoy arrastra.

Lima, Setiembre del 2009.

Lope Yupanqui Callegari.