190º Aniversario de la
Batalla de Junín y Andrés Rázuri
Gracias a la gentil
invitación del presidente del Club Pacasmayo, Ing. Rodolfo Quiroz Calderón, por
intermedio del presidente del Club Departamental Junín, Ing. Luis Robles
Recavarren, nos encontramos nuevamente en este hermoso local, después de cinco
años, para celebrar un hecho histórico que hermana a dos pueblos, uno de la Costa , Pacasmayo, y el otro
de la Sierra ,
Junín, el primero por ser la cuna del autor de la “genial desobediencia”, que
decidió el triunfo de la batalla del 6 de agosto de 1824, y el segundo por
haber sido el escenario de la contienda.
Recordemos que el Libertador
Simón Bolívar llega al Perú procedente de Guayaquil en setiembre de 1823. Por
esos años la situación del Perú era caótica. En lo político, Riva Agüero había
sido apresado y desterrado bajo la acusación de tener tratos con los realistas
para entregar el Perú a España, Torre Tagle se había asilado en el Callao luego
de que fueran descubiertas sus negociaciones con José de Canterac para
deshacerse de las tropas colombianas y de Bolívar. En lo militar, el Real
Felipe del Callao, la fortaleza más importante del Pacífico sudamericano, había
caído nuevamente en poder de los realistas por la traición del sargento Dámaso Moyano,
quien acaudilló la sublevación de las tropas argentinas descontentas por falta
de paga. El ejército peruano estaba disperso y desmoralizado por las derrotas
de Torata y Moquegua.
El Perú ofrecía, pues, un
cuadro patético de abandono y lúgubres perspectivas. En tal situación la
presencia de Bolívar resultaba imprescindible, y desde que llega al Perú comprende
que la guerra no está en Lima, sino en la Sierra , que la Sierra , y no la Costa , es el verdadero corazón del Perú; y tiene
fe en el triunfo porque considera que el Perú no está agotado, ya que posee
tres grandes elementos capaces de darle libertad y vida: un pueblo animado del
más vehemente patriotismo, un ejército aliado de invictos y materiales para la
guerra. Y así comienza la organización
de la Campaña Final ,
con una estrategia diferente a la de San Martín, preocupado en extremo por los
más mínimos detalles, pensando talvez en aquella antigua presunción, como dice el
coronel Abel Carrera Naranjo: “por un clavo se perdió una herradura, por una
herradura un caballo, por un caballo un jinete, por un jinete una batalla y por
una batalla un reino”.
Poniendo en juego su
temperamento enérgico y previsor, Bolívar le dice a Sucre, Tome Ud. 5,000
reclutas para que le queden mil o dos mil; haga construir mucho equipo, muchas
fornituras; cada pueblo, cada hombre sirve para alguna cosa; pongamos todo en
acción para defender a este Perú hasta con los dientes. Y es preciso decirlo
que todos los pueblos del Perú, desde mucho antes, contribuyeron y prepararon
el terreno para la independencia. De las tropas peruanas dice el Libertador que
estaban formadas por muy buena gente, aguerridos y lo mejor de todo es que
pueden andar veinte leguas en un día como si nada. Tanto las tropas peruanas
como las colombianas, gracias a los desvelos de Bolívar y subalternos
inmediatos, obtuvieron niveles de alta preparación. Con razón decía el general
Miller que concederle a Bolívar las facultades dictatoriales fue un acto de
sabiduría. Haciendo uso de esas facultades dictatoriales le escribe a su
ministro en Lima, Mosquera, lo siguiente: “Es preciso trabajar para que no se
establezca nada en el país y el modo más seguro es dividirlos a todos. La
medida adoptada por Sucre de nombrar a Torre Tagle, embarcando a Riva Agüero
(…) es excelente. Es preciso que no exista ni simulacro de Gobierno (…) para que yo pueda hacer en él lo
que convenga”.
Por otro lado, la penuria que
sufren los pueblos a causa de los abusos de los realistas, es atroz. La gente
de Canterac, no satisfecha con arrebatarles sus bienes a los indefensos
pobladores destruía lo que no se podían llevar. El Dr. José Benigno Peñaloza
Jarrín cita en su libro “Huancayo: Historia, Familia y Región” algunas
protestas de las comunidades sobre los oprobios de los españoles como, por ejemplo,
las de Pagan, que dice: “No dejaron rabo de ganado en parte alguna y que
incendiaron cuantos pueblos y haciendas por donde pasaban sin dejar ni las
iglesias.” Y las de Carreño, “Da
compasión ver en las márgenes del río más de mil cabezas de ganado lanar
degolladas por no haber podido conducirlos, sin otro fin más que de exterminio:
los generales enemigos ya no han quedado para otra cosa que para saqueadores de
templos y ladrones de ganado. Han quemado el pueblo de Paccha, Saco y Oroya.”
Los pobladores del valle del
Mantaro, organizados en Partidas de Guerrillas, tenían como su principal arma el
conocimiento del terreno y la táctica de las Galgas o desprendimiento de
grandes piedras desde los cerros. La participación de las comunidades a través
de guerrillas y montoneras fue un auxilio muy importante, que Bolívar las utilizó
eficazmente, por ejemplo, le escribe a Sucre, anunciándole que “Hoy mismo salen
para Tarma 200 hombres de guarnición, para que no se levante ese pueblo, a las
órdenes de Peñalosa con buena gente de Junín”. En otra carta le dice: “Quiero
que por lo menos, 1000 guerrilleros nos precedan y envuelvan al enemigo por
todas partes, de todos modos tendremos fuerzas suficientes para abatir a esos
godos.” Con las guerrillas Bolívar forma la base del Ejército de Avanzada,
encomendándoles tareas difíciles de cumplir, como mantener el mayor espionaje
sobre Jauja, Tarma y demás cantones del enemigo; dar parte de todo lo que
sucede; y en particular a Peñalosa, para que haga economía y retire los ganados
que no pueden ser tomados por el enemigo.
Bolívar ordena a todos los Comandantes
de Guerrillas atacar por los flancos y espaldas del enemigo, tal como es el
modo de hacer esta guerra de partidas, particularmente a Fresco, Peñalosa y al que
manda en Carhuamayo. A los de Huánuco, aprovisionarse de granos, papas, raíces
y toda clase de pan y pastos para la manutención. Las partidas del ala derecha
fueron puestas bajo las órdenes del Comandante General de Guerrillas José María
Guzmán, quien había sido alcalde de la comunidad de Huaypacha, un asiento
minero cercano a Yauli, sostuvo varios encuentros derrotando a los realistas, pero
cansado de ver tanto abuso y robo de los españoles le escribió a San Martín
haciéndole ver que si no se apresura en enviar el ejército a la Sierra “…aquellos infelices
(los patriotas) verán el término de su desolación…”, San Martín le contestó y
le envió con el padre Terreros cien tercerolas, veinticinco sables, cartuchos y
municiones. Y en 1824 hizo huir a 400 enemigos de Casapalca, tomándoles una
gran cantidad de objetos militares, por lo cual Bolívar le envió un oficio de
felicitación; y las partidas del ala izquierda a órdenes del comandante José
María Fresco y del capitán Cipriano Peñalosa. Una partida al mando de Otero se enfrentó
en Pasco a una patrulla realista al mando del brigadier Juan Lóriga y le
arrebató el botín del saqueo perpetrado, Lóriga se desquitó atacando a la
población civil. Las partidas de Reyes se enfrentaron varias veces con el
enemigo, los jefes de guerrillas que más destacaron fueron Cipriano Peñalosa y
Nicolás Zárate.
La mujer peruana también
estuvo presente en la guerra de la
Independencia. Su participación fue de
diversa manera. En el libro citado del Dr. Peñaloza, encontramos que en Sapallanga
tomaron prisioneros a varios gallegos, muriendo uno degollado por una
guerrillera. En Concepción tres mujeres reunieron una partida de guerrillas
formada por hombres y mujeres y cortaron las amarras de sustentación del puente
Balsas sobre el río Mantaro, para impedir
el paso del ejército realista al mando de Jerónimo Valdés. El general Sucre se
vio precisado a recurrir a mujeres campesinas para organizar el servicio de
“propios” o de mensajería. Y así hay muchas acciones protagonizadas por mujeres, que no se conocen porque sus
nombres no se han registrado, son muy raras las excepciones; por ejemplo,
cuando San Martín en 1822 creó la
Medalla de Vencedoras para premiar a todas las patricias que
habían intervenido en las luchas por la Independencia ,
ordenó que las autoridades de los distintos lugares del Perú le remitieran los
nombres de esas mujeres, del Centro del país sólo llegaron los nombres de las tres
Toledo, sin duda porque el primero que dio la noticia de este hecho fue el
general Álvarez de Arenales al enterarse cuando su expedición pasó por
Concepción.
Con todo ese preparativo
llegamos al 6 de Agosto de 1824, día de gloria en que se da la batalla de
Junín. Al recordar este memorable hecho, es pertinente repetir la inmortal
proclama del Libertador Simón Bolívar pronunciada en la localidad de Rancas,
cerca de la pampa donde se libró la batalla:
¡Soldados!
Vais a completar la obra más grande que el cielo ha encargado a los hombres: la
de salvar un mundo entero de la esclavitud.
¡Soldados!
Los enemigos que debéis destruir, se jactan de catorce años de triunfos: ellos,
pues, serán dignos de medir sus armas con las vuestras, que han brillado en mil
combates.
¡Soldados!
El Perú, y la América
toda, aguarda de vosotros la paz, hija de la victoria, y aun la Europa liberal os contempla
con encanto: porque la libertad del Nuevo Mundo es la esperanza del universo.
¿La
burlaréis? No! no! no!
Vosotros sois INVENCIBLES.
Las fuerzas patriotas tomaron
la ruta de Conocancha, por la margen occidental del lago Junín, y cuando
llegaban a las alturas de Chacamarca; la caballería realista, formada por 1,300
fogueados jinetes al mando de Canterac, marchaba hacia Tarma; entonces, el
Libertador con la caballería patriota compuesta por 900 hombres al mando del
general Necochea, resolvió adelantarse hasta la llanura donde se encontraba el
enemigo, quien confiado en su superioridad numérica aceptó el desafío de
presentar batalla en la pampa de Junín.
La batalla se libró sin
fogonazos ni rugido de cañones, la confrontación fue entre hombres a caballo.
Los realistas cargaban arrolladoramente sobre los patriotas, que retrocedían en
desbande, el triunfo parecía inclinarse a favor de los realistas pero, gracias
al cambio de la orden de retirada, la derrota se transformó en victoria. ¿Qué
había sucedido? El escuadrón patriota Húsares del Perú, al mando del Teniente
Coronel Isidro Suárez, no había intervenido en la batalla por haber estado al
pie de un sector pantanoso. Entonces, el Teniente
de Caballería José Andrés Rázuri fue enviado ante el General La Mar para pedir órdenes sobre
lo que debían hacer en tan crítica situación. La orden fue: “Salvar su escuadrón como sea posible”,
pero Rázuri, en su regreso a todo galope, cambió la orden por la siguiente: “Cargar con todos sus elementos”. Los
Húsares del Perú entraron en acción y se produjo el milagro, la derrota se
transformó en victoria. La lucha a
sable y lanza, sin ningún disparo, había durado 45 minutos. Bolívar, enterado
de la victoria fue verdaderamente grande y despojándose de su colombianismo,
dijo: La caballería peruana es la que ha
dado el triunfo ¡Viva el Perú! Al día siguiente en el pueblo de Reyes de
Chinchaycocha, dio la orden de premiar al Regimiento
de Caballería Húsares del Perú, dándole el nombre de Regimiento Húsares de
Junín, y el 30 de octubre siguiente, Bolívar le dio a Junín el título de “Heroica
Villa de Junín”. En homenaje a esta epopeya fue instaurado el “Día de la Caballería ” del
Ejército Peruano con Rázuri como su Patrono.
José Andrés Rázuri Esteves
¿Quién es este soldado que al
cambiar una orden, con una “genial desobediencia”, cambió el destino del Perú? El
Teniente Ayudante Mayor Andrés Rázuri Esteves, natural de San Pedro de Lloc, La Libertad , había nacido el
28 de setiembre de 1791. Iniciado en los campamentos de Huaura, bajo las
órdenes del general San Martín, trabajó muy cerca del entonces teniente coronel
Ramón Castilla en la organización de los Húsares del Perú. Cuando San Martín
necesitaba el apoyo de los patriotas del norte, encomendó esta delicada misión
al sargento Rázuri, quien después vendió sus tierras para comprar caballos y
armas, formando con un grupo de voluntarios una pequeña unidad de caballería a
la que llamó “Dragones de Pacasmayo”, que luego se incorporó al regimiento
Húsares del Perú, y después de proclamar la independencia de San Pedro, el 10
de enero de 1821, San Martín le otorgó el grado de Alférez de Caballería.
En Junín ostentaba el grado
de Teniente otorgado por Bolívar en Pichincha. Era ya un soldado experimentado
en los campos de batalla, pues había luchado, también, por la independencia del Ecuador. Fue ascendido
a Capitán por su acción distinguida en Ayacucho, a Mayor en los campos de
batalla del Altiplano y el Alto Perú, y a Teniente Coronel en el teatro de
operaciones del norte otorgado por el Mariscal La Mar , y ya en el retiro fue
ascendido al grado de Coronel del Ejército Peruano por el Mariscal Ramón Castilla,
cuando ejercía la
Presidencia de la República. Indudablemente
que su participación más notable fue en la batalla de Junín, siendo Teniente.
Allí su extraordinaria inspiración, sustentada en el coraje y la honestidad
profesional de un soldado hecho en la fragua de la guerra, logró que cambiara
el curso de nuestra historia; sin embargo, poco se habla de este soldado ejemplar,
se dice incluso que la orden que recibió la cambió por error cuando fue el
protagonista principal de la batalla de Junín.
En 1925, se creó en la
provincia de Trujillo el distrito de “Andrés Rázuri”, y en 1971, el General de
División Juan Mendoza Rodríguez, siendo Presidente de la Comisión del
Sesquicentenario de la
Independencia Nacional dispuso que se
erigiese un bello monumento ecuestre del Coronel Rázuri en la avenida principal
de su tierra natal, desagraviando en parte la omisión de quienes tuvieron la
obligación de ubicarlo en el sitial de nuestra historia que le corresponde.
Murió el 4 de enero de 1883 y desde el 6 de agosto de 1953 sus restos reposan
en el Panteón de los Próceres. Los últimos días de su vida vio con desagrado la
presencia de los invasores chilenos, quienes lo conocían como héroe de la Independencia. Un
día encargó a su hermano Casimiro para que cuando muriera lo enterrara
inmediatamente para evitar que los “bandidos chilenos” le rindieran honores; y
así fue, cuando al día siguiente de su muerte se presentaron los chilenos con el
señalado propósito, ya había sido sepultado, no dando oportunidad a los
chilenos hacer lo que para él sería una deshonra. Un dignísimo hombre hasta el
último día de su vida.
La contribución del Perú a la
campaña final fue muy grande, Jorge Basadre nos recuerda del riguroso decreto de
Bolívar del 26 de enero de 1824 que ordenaba el reclutamiento en las zonas que
hoy forman los departamentos de Cajamarca, Amazonas, San Martín, Piura, Tumbes,
La Libertad ,
Lambayeque y Huánuco, desde la edad de 12 a 40 años; de los remanentes del antiguo
ejército rivaguerista que sirvieron en la división peruana de La Mar ; los 2 mil hombres sacados
de Jauja, Huancayo y Huancavelica por Santa Cruz y 3 mil hombres guerrilleros,
esparcidos entre las provincias al norte de Lima, Huarochirí, Yauyos, Yauli,
Jauja y Tarma.
El aporte económico fue también
enorme, el 18 de febrero de 1824 Bolívar decretó una contribución general en
los pueblos de la antigua intendencia de Trujillo para reunir 300,000 pesos
para la caja militar y 100,000 pesos mensuales para los gastos del ejército
libertador. El dinero de los cupos, pagados por las municipalidades, e
impuestos sin contemplaciones, se unió al tesoro de las iglesias. Llegó a darse
este mandato que Sucre cumplió en el territorio de su mando: “Tomar todas las
alhajas de oro y plata de las iglesias para amonedarlas y destinarlas a los
gastos de guerra; todas las piedras preciosas y cuanto tengan valor en las
iglesias, sin dejar en ellas sino lo más indispensable para el culto”. Los
curatos quedaron divididos en tres grupos para el pago de los cupos y el cura
que no pagaba era reemplazado. En muchos lugares fueron vendidas propiedades
del Estado y requisados los fondos de las comunidades y cofradías.
Las tropas tuvieron que ser
vestidas y equipadas, Se puso en ejecución, como en los días de los Incas, una
organización por regiones. Así, Lambayeque y Piura debían proporcionar calzado
para la tropa; Huamachuco, vestidos y monturas; Trujillo, jabones, aceite,
lienzos y tocuyos para camisas; Cajamarca, cordellate y bayetas para
pantalones; Chota, Jaen y Chachapoyas, lana y cueros. Hojas de lata, jaulas de
alambre, clavos de las sillas y otros objetos fueron reunidos para ser
utilizados en el equipamiento del ejército. Los armeros, herradores y todos los
demás artesanos llegaron a ser requisados para que trabajaran en maestranzas y
talleres. Ganados, caballos, mulas, entraron también en los suministros. Así,
pues, hombres, dinero, joyas, equipo, material de guerra peruanos dieron vida
al ejército de la libertad y contribuyeron decisivamente a la victoria.
Ayacucho es la secuela de
Junín, donde se selló definitivamente la Independencia
americana; pero, lamentablemente, a pesar de tanto esfuerzo y sacrificio, la
libertad quedó inconclusa, porque sólo se dejó de depender de España, mientras
que las viejas estructuras de dominación de las grandes mayorías nacionales
quedaron intactas y aún se mantienen. Y lo más sorprendente es constatar que en
193 años de vida republicana, la clase política y los sucesivos gobernantes no
hayan sido capaces de formular un proyecto nacional que pueda romper con las
ataduras y gobernar para alcanzar el desarrollo del país. Ojalá podamos
entender, al más corto plazo, la urgente necesidad de unir nuestros
sentimientos y voluntades para bien de todos los peruanos.
(Lima, 6 de Agosto del 2014).
CPP. Lope Yupanqui Callegari
Past Presidente
del Club Departamental Junín