lunes, 25 de agosto de 2014

La Batalla de Junín

190º Aniversario de la Batalla de Junín y Andrés Rázuri

Gracias a la gentil invitación del presidente del Club Pacasmayo, Ing. Rodolfo Quiroz Calderón, por intermedio del presidente del Club Departamental Junín, Ing. Luis Robles Recavarren, nos encontramos nuevamente en este hermoso local, después de cinco años, para celebrar un hecho histórico que hermana a dos pueblos, uno de la Costa, Pacasmayo, y el otro de la Sierra, Junín, el primero por ser la cuna del autor de la “genial desobediencia”, que decidió el triunfo de la batalla del 6 de agosto de 1824, y el segundo por haber sido el escenario de la contienda.

Recordemos que el Libertador Simón Bolívar llega al Perú procedente de Guayaquil en setiembre de 1823. Por esos años la situación del Perú era caótica. En lo político, Riva Agüero había sido apresado y desterrado bajo la acusación de tener tratos con los realistas para entregar el Perú a España, Torre Tagle se había asilado en el Callao luego de que fueran descubiertas sus negociaciones con José de Canterac para deshacerse de las tropas colombianas y de Bolívar. En lo militar, el Real Felipe del Callao, la fortaleza más importante del Pacífico sudamericano, había caído nuevamente en poder de los realistas por la traición del sargento Dámaso Moyano, quien acaudilló la sublevación de las tropas argentinas descontentas por falta de paga. El ejército peruano estaba disperso y desmoralizado por las derrotas de Torata y Moquegua.

El Perú ofrecía, pues, un cuadro patético de abandono y lúgubres perspectivas. En tal situación la presencia de Bolívar resultaba imprescindible, y desde que llega al Perú comprende que la guerra no está en Lima, sino en la Sierra, que la Sierra, y no la Costa, es el verdadero corazón del Perú; y tiene fe en el triunfo porque considera que el Perú no está agotado, ya que posee tres grandes elementos capaces de darle libertad y vida: un pueblo animado del más vehemente patriotismo, un ejército aliado de invictos y materiales para la guerra. Y así  comienza la organización de la Campaña Final, con una estrategia diferente a la de San Martín, preocupado en extremo por los más mínimos detalles, pensando talvez en aquella antigua presunción, como dice el coronel Abel Carrera Naranjo: “por un clavo se perdió una herradura, por una herradura un caballo, por un caballo un jinete, por un jinete una batalla y por una batalla un reino”.

Poniendo en juego su temperamento enérgico y previsor, Bolívar le dice a Sucre, Tome Ud. 5,000 reclutas para que le queden mil o dos mil; haga construir mucho equipo, muchas fornituras; cada pueblo, cada hombre sirve para alguna cosa; pongamos todo en acción para defender a este Perú hasta con los dientes. Y es preciso decirlo que todos los pueblos del Perú, desde mucho antes, contribuyeron y prepararon el terreno para la independencia. De las tropas peruanas dice el Libertador que estaban formadas por muy buena gente, aguerridos y lo mejor de todo es que pueden andar veinte leguas en un día como si nada. Tanto las tropas peruanas como las colombianas, gracias a los desvelos de Bolívar y subalternos inmediatos, obtuvieron niveles de alta preparación. Con razón decía el general Miller que concederle a Bolívar las facultades dictatoriales fue un acto de sabiduría. Haciendo uso de esas facultades dictatoriales le escribe a su ministro en Lima, Mosquera, lo siguiente: “Es preciso trabajar para que no se establezca nada en el país y el modo más seguro es dividirlos a todos. La medida adoptada por Sucre de nombrar a Torre Tagle, embarcando a Riva Agüero (…) es excelente. Es preciso que no exista ni simulacro de  Gobierno (…) para que yo pueda hacer en él lo que convenga”.

Por otro lado, la penuria que sufren los pueblos a causa de los abusos de los realistas, es atroz. La gente de Canterac, no satisfecha con arrebatarles sus bienes a los indefensos pobladores destruía lo que no se podían llevar. El Dr. José Benigno Peñaloza Jarrín cita en su libro “Huancayo: Historia, Familia y Región” algunas protestas de las comunidades sobre los oprobios de los españoles como, por ejemplo, las de Pagan, que dice: “No dejaron rabo de ganado en parte alguna y que incendiaron cuantos pueblos y haciendas por donde pasaban sin dejar ni las iglesias.”  Y las de Carreño, “Da compasión ver en las márgenes del río más de mil cabezas de ganado lanar degolladas por no haber podido conducirlos, sin otro fin más que de exterminio: los generales enemigos ya no han quedado para otra cosa que para saqueadores de templos y ladrones de ganado. Han quemado el pueblo de Paccha, Saco y Oroya.”

Los pobladores del valle del Mantaro, organizados en Partidas de Guerrillas, tenían como su principal arma el conocimiento del terreno y la táctica de las Galgas o desprendimiento de grandes piedras desde los cerros. La participación de las comunidades a través de guerrillas y montoneras fue un auxilio muy importante, que Bolívar las utilizó eficazmente, por ejemplo, le escribe a Sucre, anunciándole que “Hoy mismo salen para Tarma 200 hombres de guarnición, para que no se levante ese pueblo, a las órdenes de Peñalosa con buena gente de Junín”. En otra carta le dice: “Quiero que por lo menos, 1000 guerrilleros nos precedan y envuelvan al enemigo por todas partes, de todos modos tendremos fuerzas suficientes para abatir a esos godos.” Con las guerrillas Bolívar forma la base del Ejército de Avanzada, encomendándoles tareas difíciles de cumplir, como mantener el mayor espionaje sobre Jauja, Tarma y demás cantones del enemigo; dar parte de todo lo que sucede; y en particular a Peñalosa, para que haga economía y retire los ganados que no pueden ser tomados por el enemigo.

Bolívar ordena a todos los Comandantes de Guerrillas atacar por los flancos y espaldas del enemigo, tal como es el modo de hacer esta guerra de partidas,  particularmente a Fresco, Peñalosa y al que manda en Carhuamayo. A los de Huánuco, aprovisionarse de granos, papas, raíces y toda clase de pan y pastos para la manutención. Las partidas del ala derecha fueron puestas bajo las órdenes del Comandante General de Guerrillas José María Guzmán, quien había sido alcalde de la comunidad de Huaypacha, un asiento minero cercano a Yauli, sostuvo varios encuentros derrotando a los realistas, pero cansado de ver tanto abuso y robo de los españoles le escribió a San Martín haciéndole ver que si no se apresura en enviar el ejército a la Sierra “…aquellos infelices (los patriotas) verán el término de su desolación…”, San Martín le contestó y le envió con el padre Terreros cien tercerolas, veinticinco sables, cartuchos y municiones. Y en 1824 hizo huir a 400 enemigos de Casapalca, tomándoles una gran cantidad de objetos militares, por lo cual Bolívar le envió un oficio de felicitación; y las partidas del ala izquierda a órdenes del comandante José María Fresco y del capitán Cipriano Peñalosa. Una partida al mando de Otero se enfrentó en Pasco a una patrulla realista al mando del brigadier Juan Lóriga y le arrebató el botín del saqueo perpetrado, Lóriga se desquitó atacando a la población civil. Las partidas de Reyes se enfrentaron varias veces con el enemigo, los jefes de guerrillas que más destacaron fueron Cipriano Peñalosa y Nicolás Zárate.

La mujer peruana también estuvo presente en la guerra de la Independencia. Su participación fue de diversa manera. En el libro citado del Dr. Peñaloza, encontramos que en Sapallanga tomaron prisioneros a varios gallegos, muriendo uno degollado por una guerrillera. En Concepción tres mujeres reunieron una partida de guerrillas formada por hombres y mujeres y cortaron las amarras de sustentación del puente Balsas sobre el río Mantaro, para  impedir el paso del ejército realista al mando de Jerónimo Valdés. El general Sucre se vio precisado a recurrir a mujeres campesinas para organizar el servicio de “propios” o de mensajería. Y así hay muchas acciones protagonizadas  por mujeres, que no se conocen porque sus nombres no se han registrado, son muy raras las excepciones; por ejemplo, cuando San Martín en 1822 creó la Medalla de Vencedoras para premiar a todas las patricias que habían intervenido en las luchas por la Independencia, ordenó que las autoridades de los distintos lugares del Perú le remitieran los nombres de esas mujeres, del Centro del país sólo llegaron los nombres de las tres Toledo, sin duda porque el primero que dio la noticia de este hecho fue el general Álvarez de Arenales al enterarse cuando su expedición pasó por Concepción.

Con todo ese preparativo llegamos al 6 de Agosto de 1824, día de gloria en que se da la batalla de Junín. Al recordar este memorable hecho, es pertinente repetir la inmortal proclama del Libertador Simón Bolívar pronunciada en la localidad de Rancas, cerca de la pampa donde se libró la batalla:

¡Soldados! Vais a completar la obra más grande que el cielo ha encargado a los hombres: la de salvar un mundo entero de la esclavitud.

¡Soldados! Los enemigos que debéis destruir, se jactan de catorce años de triunfos: ellos, pues, serán dignos de medir sus armas con las vuestras, que han brillado en mil combates.

¡Soldados! El Perú, y la América toda, aguarda de vosotros la paz, hija de la victoria, y aun la Europa liberal os contempla con encanto: porque la libertad del Nuevo Mundo es la esperanza del universo.
¿La burlaréis? No!  no!  no!  Vosotros sois INVENCIBLES.

Las fuerzas patriotas tomaron la ruta de Conocancha, por la margen occidental del lago Junín, y cuando llegaban a las alturas de Chacamarca; la caballería realista, formada por 1,300 fogueados jinetes al mando de Canterac, marchaba hacia Tarma; entonces, el Libertador con la caballería patriota compuesta por 900 hombres al mando del general Necochea, resolvió adelantarse hasta la llanura donde se encontraba el enemigo, quien confiado en su superioridad numérica aceptó el desafío de presentar batalla en la pampa de Junín.

La batalla se libró sin fogonazos ni rugido de cañones, la confrontación fue entre hombres a caballo. Los realistas cargaban arrolladoramente sobre los patriotas, que retrocedían en desbande, el triunfo parecía inclinarse a favor de los realistas pero, gracias al cambio de la orden de retirada, la derrota se transformó en victoria. ¿Qué había sucedido? El escuadrón patriota Húsares del Perú, al mando del Teniente Coronel Isidro Suárez, no había intervenido en la batalla por haber estado al pie de un sector pantanoso. Entonces, el Teniente de Caballería José Andrés Rázuri fue enviado ante el General La Mar para pedir órdenes sobre lo que debían hacer en tan crítica situación. La orden fue: “Salvar su escuadrón como sea posible”, pero Rázuri, en su regreso a todo galope, cambió la orden por la siguiente: “Cargar con todos sus elementos”. Los Húsares del Perú entraron en acción y se produjo el milagro, la derrota se transformó en victoria. La lucha a sable y lanza, sin ningún disparo, había durado 45 minutos. Bolívar, enterado de la victoria fue verdaderamente grande y despojándose de su colombianismo, dijo: La caballería peruana es la que ha dado el triunfo ¡Viva el Perú! Al día siguiente en el pueblo de Reyes de Chinchaycocha, dio la orden de premiar al Regimiento de Caballería Húsares del Perú, dándole el nombre de Regimiento Húsares de Junín, y el 30 de octubre siguiente, Bolívar le dio a Junín el título de “Heroica Villa de Junín”. En homenaje a esta epopeya fue instaurado el “Día de la Caballería” del Ejército Peruano con Rázuri como su  Patrono.

José Andrés Rázuri Esteves

¿Quién es este soldado que al cambiar una orden, con una “genial desobediencia”, cambió el destino del Perú? El Teniente Ayudante Mayor Andrés Rázuri Esteves, natural de San Pedro de Lloc, La Libertad, había nacido el 28 de setiembre de 1791. Iniciado en los campamentos de Huaura, bajo las órdenes del general San Martín, trabajó muy cerca del entonces teniente coronel Ramón Castilla en la organización de los Húsares del Perú. Cuando San Martín necesitaba el apoyo de los patriotas del norte, encomendó esta delicada misión al sargento Rázuri, quien después vendió sus tierras para comprar caballos y armas, formando con un grupo de voluntarios una pequeña unidad de caballería a la que llamó “Dragones de Pacasmayo”, que luego se incorporó al regimiento Húsares del Perú, y después de proclamar la independencia de San Pedro, el 10 de enero de 1821, San Martín le otorgó el grado de Alférez de Caballería.

En Junín ostentaba el grado de Teniente otorgado por Bolívar en Pichincha. Era ya un soldado experimentado en los campos de batalla, pues había luchado, también,  por la independencia del Ecuador. Fue ascendido a Capitán por su acción distinguida en Ayacucho, a Mayor en los campos de batalla del Altiplano y el Alto Perú, y a Teniente Coronel en el teatro de operaciones del norte otorgado por el Mariscal La Mar, y ya en el retiro fue ascendido al grado de Coronel del Ejército Peruano por el Mariscal Ramón Castilla, cuando ejercía la Presidencia de la República. Indudablemente que su participación más notable fue en la batalla de Junín, siendo Teniente. Allí su extraordinaria inspiración, sustentada en el coraje y la honestidad profesional de un soldado hecho en la fragua de la guerra, logró que cambiara el curso de nuestra historia; sin embargo, poco se habla de este soldado ejemplar, se dice incluso que la orden que recibió la cambió por error cuando fue el protagonista principal de la batalla de Junín.
En 1925, se creó en la provincia de Trujillo el distrito de “Andrés Rázuri”, y en 1971, el General de División Juan Mendoza Rodríguez, siendo Presidente de la Comisión del Sesquicentenario de la Independencia Nacional dispuso que se erigiese un bello monumento ecuestre del Coronel Rázuri en la avenida principal de su tierra natal, desagraviando en parte la omisión de quienes tuvieron la obligación de ubicarlo en el sitial de nuestra historia que le corresponde. Murió el 4 de enero de 1883 y desde el 6 de agosto de 1953 sus restos reposan en el Panteón de los Próceres. Los últimos días de su vida vio con desagrado la presencia de los invasores chilenos, quienes lo conocían como héroe de la Independencia. Un día encargó a su hermano Casimiro para que cuando muriera lo enterrara inmediatamente para evitar que los “bandidos chilenos” le rindieran honores; y así fue, cuando al día siguiente de su muerte se presentaron los chilenos con el señalado propósito, ya había sido sepultado, no dando oportunidad a los chilenos hacer lo que para él sería una deshonra. Un dignísimo hombre hasta el último día de su vida. 

La contribución del Perú a la campaña final fue muy grande, Jorge Basadre nos recuerda del riguroso decreto de Bolívar del 26 de enero de 1824 que ordenaba el reclutamiento en las zonas que hoy forman los departamentos de Cajamarca, Amazonas, San Martín, Piura, Tumbes, La Libertad, Lambayeque y Huánuco, desde la edad de 12 a 40 años; de los remanentes del antiguo ejército rivaguerista que sirvieron en la división peruana de La Mar; los 2 mil hombres sacados de Jauja, Huancayo y Huancavelica por Santa Cruz y 3 mil hombres guerrilleros, esparcidos entre las provincias al norte de Lima, Huarochirí, Yauyos, Yauli, Jauja y Tarma.

El aporte económico fue también enorme, el 18 de febrero de 1824 Bolívar decretó una contribución general en los pueblos de la antigua intendencia de Trujillo para reunir 300,000 pesos para la caja militar y 100,000 pesos mensuales para los gastos del ejército libertador. El dinero de los cupos, pagados por las municipalidades, e impuestos sin contemplaciones, se unió al tesoro de las iglesias. Llegó a darse este mandato que Sucre cumplió en el territorio de su mando: “Tomar todas las alhajas de oro y plata de las iglesias para amonedarlas y destinarlas a los gastos de guerra; todas las piedras preciosas y cuanto tengan valor en las iglesias, sin dejar en ellas sino lo más indispensable para el culto”. Los curatos quedaron divididos en tres grupos para el pago de los cupos y el cura que no pagaba era reemplazado. En muchos lugares fueron vendidas propiedades del Estado y requisados los fondos de las comunidades y cofradías.

Las tropas tuvieron que ser vestidas y equipadas, Se puso en ejecución, como en los días de los Incas, una organización por regiones. Así, Lambayeque y Piura debían proporcionar calzado para la tropa; Huamachuco, vestidos y monturas; Trujillo, jabones, aceite, lienzos y tocuyos para camisas; Cajamarca, cordellate y bayetas para pantalones; Chota, Jaen y Chachapoyas, lana y cueros. Hojas de lata, jaulas de alambre, clavos de las sillas y otros objetos fueron reunidos para ser utilizados en el equipamiento del ejército. Los armeros, herradores y todos los demás artesanos llegaron a ser requisados para que trabajaran en maestranzas y talleres. Ganados, caballos, mulas, entraron también en los suministros. Así, pues, hombres, dinero, joyas, equipo, material de guerra peruanos dieron vida al ejército de la libertad y contribuyeron decisivamente a la victoria.

Ayacucho es la secuela de Junín, donde se selló definitivamente la Independencia americana; pero, lamentablemente, a pesar de tanto esfuerzo y sacrificio, la libertad quedó inconclusa, porque sólo se dejó de depender de España, mientras que las viejas estructuras de dominación de las grandes mayorías nacionales quedaron intactas y aún se mantienen. Y lo más sorprendente es constatar que en 193 años de vida republicana, la clase política y los sucesivos gobernantes no hayan sido capaces de formular un proyecto nacional que pueda romper con las ataduras y gobernar para alcanzar el desarrollo del país. Ojalá podamos entender, al más corto plazo, la urgente necesidad de unir nuestros sentimientos y voluntades para bien de todos los peruanos.

(Lima, 6 de Agosto del 2014).  

                                                                           CPP. Lope Yupanqui Callegari

                                                   Past Presidente del Club Departamental Junín