El Club
Departamental Junín y el Combate de Sierralumi
El Club
Departamental Junín celebra el 2 de marzo del presente, 2017, el 10º
aniversario de su fundación y, al mismo tiempo, conmemora el 135º aniversario de
la emboscada de Sierraluni, acción exitosa que tuvo lugar el 2 de marzo de
1882, en el distrito de Comas, provincia de Concepción, departamento de Junín, durante
la Gloriosa Campaña de la Breña,
conducida por el entonces General Andrés Avelino Cáceres. El CDJ nació con el
propósito, entre otros, de recordar en cada aniversario este importante hecho
histórico sin precedentes.
La acción
En febrero de 1882, Estanislao del
Canto tenía distribuidas sus fuerzas en el valle del Mantaro, con destacamentos
en Jauja, Concepción y Huancayo; y mientras el general Cáceres se encontraba en
Ayacucho preparando al Ejército del Centro, los chilenos descargaban su furia sobre
los indefensos pueblos del centro del país, mediante la imposición de onerosos
cupos, el robo de ganado vacuno, lanar, caballar y otros productos, puesto que
vivían de la rapiña, cometiendo toda clase de crímenes y violaciones. Las
haciendas eran visitadas frecuentemente para ser saqueadas. Una de éstas era la
de Runatullo, de propiedad de la familia Valladares, adonde llegaban los piquetes
depredadores. Los invasores encomendaban
esta triste tarea a las autoridades municipales. El alcalde de Jauja, el cura
Pedro Teodoro Reyes, prestamista y terrateniente, inmoral y decidido
colaborador de los chilenos, había pasado circulares a los jefes de guerrillas
para que no se alzaran contra los intrusos, amenazándolos con aplicarles
severos castigos. El 26 de febrero llegó a Comas un piquete de caballería
compuesto de cuarenta jinetes del escuadrón Yungay, procedente de Huancayo y
con dirección a Runatullo, con el propósito de robar y desmantelar la hacienda,
llegaron sembrando el terror, violando a
mujeres de cualquier edad y cometiendo toda clase de actos abominables, y al
marcharse a cumplir su cometido encargaron que para su regreso les hiciesen
esperar abundante y agradable rancho.. El alcalde de Comas, don Luis Chávez,
convocó a cabildo abierto para considerar tan dolorosa misión. El pueblo se
pronunció por el incumplimiento de la orden y acordó llamar a don Ambrosio
Salazar y Márquez para organizar la defensa, comunicándole que por aclamación
había sido designado “Comandante Militar de la Plaza”.
Ambrosio Salazar recibió la
comunicación en la hacienda Marancocha, próxima a Comas, donde trabajaba como
contador, e inmediatamente respondió aceptando la designación y felicitando “porque un pueblo viril como Comas no se
dejará hollar por la planta de los piratas de América…” “Estaré en ese pueblo
dentro de una hora a acordar todo lo conducente para declarar la guerra sin
cuartel a los filibusteros del siglo XIX…” Ambrosio Salazar era un hombre
culto, altivo y patriota. Había estudiado la secundaria en el Colegio Nacional
“Santa Isabel” de Huancayo, al término de sus estudios ejerció la docencia en
el mismo plantel hasta 1878 en que viajó a Lima para estudiar en la Universidad de San
Marcos, pero la declaratoria de guerra de Chile al Perú truncó sus aspiraciones.
Ya en Comas, Salazar organizó sus fuerzas e hizo preparar galgas para
caer como un alud sobre el enemigo en Sierralumi, un desfiladero de cerca de
dos kilómetros de largo, estrecho y muy cortado. El escuadrón chileno estaba al
mando del teniente Ildefonso Álamos, guiado por el francés Fernando Germaín, un
comerciante de Huancayo que iba uniformado de capitán chileno, y el italiano
Luis Loero, otro comerciante de Concepción. Los araucanos en su trayecto
sorprendieron en Pumamanta a una joven llamada Bartola Ángela Vásquez, que no
pudo escapar por estar al cuidado de sus ancianos padres, los carabineros
abusaron de ella hasta dejarla sin vida.
El Comandante de la Plaza
de Comas, Ambrosio Salazar, envió chasquis a conveniente distancia para saber
el camino que tomaría el enemigo a su regreso, hizo preparar trincheras en los
sitios más estrechos y hacia la entrada a Comas una trinchera doble para los
expertos tiradores capitaneados por Manuel Arroyo, las galgas en las alturas
con cincuenta hombres para hacerlas funcionar, entre las malezas del otro lado
del puente se emboscaron 30 hombres con rifles Minié, y las mujeres encabezadas
por Candelaria Estrada se situaron en las partes más altas para disparar sus
hondas. Así preparados esperaron que los salteadores ocupasen toda la quebrada,
que desde las once de la mañana del 2 de Marzo de 1882 empezaron a descender,
20 minutos después se dio la señal convenida para el ataque. El efecto de las
galgas fue desastroso para los invasores que rodaron al abismo arrastrados por
las mismas reses que habían robado, con los pocos que salieron ilesos de las
galgas se empeñó un encarnizado combate. Después de dos horas de continuada
refriega 35 chilenos quedaron en el campo, sólo cinco huyeron por caminos
extraviados entre ellos el jefe Alamos y el guía Loero.
En el parte oficial que Salazar elevó al general Cáceres se consigna 35
bajas enemigas entre ellas la del mal agradecido Germaín, 35 carabinas
Winchester y 35 caballos aperados de brida a espuela. Además, fueron recuperadas,
600 reses, 50 arrobas de mantequilla y todos los sacos de víveres. Don Ambrosio
termina el documento suplicándole que apresure su regreso porque “ahora estoy
solo en la brega –le dice- al frente de 4000 invasores”. El general Cáceres le
responde manifestando su “más viva complacencia” al saber “que el vecindario de
Comas colocándose a la altura de su deber haya escarmentado al enemigo con todo
el rigor de su indignación”, lo cual significa “una fecunda enseñanza para los
pueblos, que no dudo se apresurarán a imitarla en vista de sus gloriosos
resultados”; y envió con el mismo chasqui el nombramiento de Salazar como “Comandante
Militar de Comas”.
Los hijos de Comas que contribuyeron en la preparación y ejecución del
plan concebido y organizado por Ambrosio Salazar, fueron: el alcalde Luis
Chávez, el secretario José Benito Gil, el síndico Francisco Valdez, el
gobernador Baltazar Chávez, el teniente gobernador Nazario Valero, el cura
Lorenzo Soto, y los guerrilleros Manuel Arroyo, José Manuel Mercado, Jerónimo
Huaylinos, Venancio Valdez, Vicente Buendía, Isidro Muñoz, Mateo Garay, Pedro
Medina, Venancio Martínez, Andrés Gonzales, Pablo Bellido, N. Huancauqui, José
R. Paitampoma, Manuel de la
O., Melchor de la O., Presentación de la O., Gregario de la O., Evaristo Solís,
Facundo Mercado, Claudio Paucar, Santiago Carrera, Venancio Chávez y el chasqui
Juan Yupanqui, que puso en manos del general Cáceres el parte oficial.
Al día siguiente, Salazar lanzó una proclama enalteciendo la fe y el
civismo con que combatieron a los que mancillaron “con su inmunda planta estas
regiones donde no hay guano ni salitre”. “Amigos -les dijo- Sea, pues, la
gloriosa acción de armas de ayer, el prolegómeno de la serie de triunfos que la Providencia nos depara
en lo sucesivo. Estamos solos –advierte- el ejército del Centro está á gran
distancia; no importa, los pueblos del valle, los del Perú entero, creo que
imitarán el ejemplo que ayer les dimos. Y si no se ponen de pie, solos nos
batiremos hasta sucumbir… y habremos probado al mundo que, en un rincón del
Perú, un puñado de patriotas prefirieron morir peleando, antes que sobrevivir á
la humillación inferida por el araucano.”
El jefe chileno Del Canto, pedía insistentemente la rendición de Salazar,
la devolución de los muertos en Sierralumi y el botín capturado, y al no poder
hacerlo directamente por el temor de volver por Comas, obligó al alcalde de
Concepción, Juan Enrique Valladares, a enviar una nota al jefe de las
guerrillas de Comas. Pero el jefe de la plaza de Comas, Ambrosio Salazar, en
actitud valiente y altiva, respondió: “Tengo en mis manos el oficio de US. en
el que tiene á bien proponerme que deponga las armas y entregue á la vez el botín
de guerra tomado á los araucanos en el combate del 2 de marzo último en
Sierralumi; así como también el cadáver del oficial chileno muerto en la
refriega.”
Para aceptar tal propuesta -continúa- sería necesario no ser peruano, no
tener sangre en las venas, ni dignidad en el alma; el castigo que aquí se ha
infligido á los salteadores de América, es merecido; continuaré exterminando
araucanos en cuanto la ocasión me sea propicia, o sucumbiré en las demandas
antes de rendirme.” “… si los enemigos vuelven á invadir este pueblo
–finaliza-, como US. me asegura, mi derrotero está trazado; ellos me
encontrarán siempre en el camino del honor y del deber, no me rindo ni entrego
nada de lo que se me exige, puede Us. así decírselo á su mandante.” Y nunca más volvieron, ni hubo más amenazas.
“En Comas se izó la Bandera
del Perú –como dijera el propio Salazar- delante del enemigo y no se arrió
jamás”.
Según Salazar y Márquez “durante la catástrofe nacional del 79, ningún
pueblo de la República,
hizo uso de su libertad y soberanía popular, con más eficacia y oportunidad,
que Comas; nombrando en plebiscito por aclamación, un jefe que presidiera sus
actos militares…, ante la ausencia de toda autoridad militar superior, dentro
de la sección territorial, ocupada por el invasor; y ante la resolución
inquebrantable, de no ceder más terreno al araucano.” En el parte elevado al
general Cáceres, las autoridades de Comas le dicen: “necesitábamos de un
cerebro que nos guiara y nos fijamos en don Ambrosio Salazar por conocer de muy
cerca su patriotismo”.
“Este hecho es el más glorioso y
significativo de nuestros anales; realizado por el pueblo sin la menor
intervención del ejército… Sin embargo, la épica hazaña de Comas, no está
debidamente apreciada por los (historiadores) contemporáneos…”
Ambrosio Salazar, el vencedor de los hechos de armas de Sierralumi,
Concepción, San Juan Cruz de Tarma, dejó de existir en Lima, el 9 de enero de 1945, a los 89 años de
edad. El mayor Eduardo Mendoza, dice: “Su sepulcro nunca lució lápida alguna ni
flores que le dieran el merecido perfume que su gloria merece, Comas,
Concepción y el Perú entero, le deben el bronce, el granito o el mármol que
haga perdurable su recuerdo. Quien fue tenaz contra los invasores y tempestad
vengadora en las cumbres andinas, merece ser reivindicado para siempre del
olvido que le acompañó en el ocaso de su vida.”
El 10 de enero de 1907, el gobierno le otorgó la medalla de oro por ser
el vencedor del combate de Concepción del 9 de julio de 1882, a mérito de la ley
232, expedida para premiar a los héroes de Marcavalle, Pucará y Concepción, y
desde 1986 sus restos reposan en la
Cripta de los Héroes de la Guerra del Pacífico. En Concepción hay un busto
de Ambrosio Salazar en el Paseo de los Héroes; en Huancayo, una urbanización del
distrito de El Tambo lleva su nombre; en Lima, una calle en el distrito de El
Rímac nos evoca al vencedor de Sierralumi; en el parque “9 de Julio” de San
Borja, el busto de Ambrosio Salazar se yergue en el monumento al lado del Héroe
de la Breña,
Mariscal Cáceres, y de Juan Enrique Valladares; y en el distrito limeño de
Comas, el parque Nº 3 de la urbanización El Viñedo ha sido designado con el nombre
de Ambrosio Salazar. Sin embargo, no es suficiente, falta que se haga realidad el
reclamo del soldado historiador Eduardo Mendoza.
Bibliografía:
MENDOZA MELÉNDEZ, Eduardo, LA CAMPAÑA DE LA BREÑA, Tomos I y II, Lima,
1993.
SALAZAR Y MÁRQUEZ, Ambrosio, MEMORIAS SOBRE LA RESISTENCIA DE
LA BREÑA, Lima,
2005, p. 130.
Lima, 2 de marzo de 2017.
Lope Yupanqui Callegari