Los sucesos del 3 de Marzo de 1821 en Concepción
Después de la sorpresa de aquella madrugada los realistas se entregaron a cometer
la más despiadada masacre de la población, saqueo e incendio de la localidad.
El Dr. Germán Leguía y Martínez, en su libro HISTORIA DE LA EMANCIPACIÓN DEL PERÚ: EL PROTECTORADO, dice lo siguiente: “Salió, pues, de Asnapuquio el brigadier realista (Mariano Ricafort)… más o menos a mediados de febrero de 1821. A fines de ese mes, tras una marcha penosa, llena de dificultades, debidas a las torrenciales lluvias, a la inundación o encharcamiento de los caminos y a la falta de puentes, todos cortados por los autóctonos Ricafort atravesó la cordillera occidental, en pos de unirse con su amigo y colega Carratalá, que continuaba detenido en el pueblo y puente de Izcuchaca,” “Cerca ya de Jauja, impúsose de que sus adversarios habían abandonado la zona de este partido y del de Huancayo, para acantonarse en el cerro, que era a la sazón su cuartel general; y de que, por tanto, el camino hacia la gran mesa encontrábase, no sólo abierto, sino que poco menos que desguarnecido.” “No había, en efecto, para estorbarle el paso, más que un destacamento de caballería, instaurado por Aldao en Concepción, ascendente a un centenar escaso de hombres, allí puesto de mera observación, o tal vez para base y núcleo de los indígenas del valle, que, como sus congéneres de Tarma, Jauja y Huancayo, se habían sublevado y estaban completamente decididos por la causa de la independencia.” “El 2 de marzo, a prima noche, púsose Ricafort en movimiento hacia el pueblo referido (Concepción), con toda clase de precauciones, a fin de presentarse por sorpresa; medida que, si innecesaria para desbaratar el insignificante número de los patriotas, le economizaría por lo menos el gasto de esfuerzo y sangre exigido por toda resistencia.” “A las tres de la madrugada del 3 de marzo de 1821, cuando el pequeño escuadrón hallábase dormido, y por supuesto descuidado, a causa de no haber señal ni anuncio de próximos enemigos, los realistas entraron por diversos puntos al cuartel en que aquél habíase alojado, y, sin brindar el menor espacio para cualquiera reacción, consumaron, casi de un sólo golpe, el bien planeado y facilísimo triunfo.” “Favorecidos por la oscuridad y por el conocimiento que tenían del terreno, pudieron escapar y salvar la vida muchos de los asaltados; pero siempre dejaron en el teatro de su infortunio cuatro muertos, algunos heridos, unos veinte prisioneros, y todos los elementos de guerra de que disponían, un cañoncito, de a cuatro inclusive; trofeos con los cuales, ya sin inquietud ni temor, después de cometer multitud de atropellos, crueldades y vejaciones, así contra las personas como contra las propiedades –hechos que encendieron aún más el odio de los pobladores- continuó el brigadier peninsular su canino a Huancayo y a Izcuchaca; punto, este último, donde se unió con Carratalá, (Tomo III, p. 589 – 591). El mayor Eduardo Mendoza, en su libro LA INDEPENDENCIA, cita al historiador, general Carlos Dellepiane, quien dice: “Ricafort enviado poco después al Centro con ligeros refuerzos para tomar el mando de esa tropa (la de Carratalá), batió el 3 de marzo a un grupo de indios que le hicieron frente en Concepción.” (p. 69). Mendoza cita también al historiado Rubén Vargas Ugarte, quien afirma que “Una vez depuesto el Virrey Pezuela, el jefe de estado mayor Canterac, dispuso que Ricafort volviera a la sierra donde continuaba la agitación indígena…El 3 de marzo las tropas del primero (Ricafort) habían dispersado en las cercanías de Concepción a una montonera, pero hallándose todo el país alzado, prefirió retirarse a Izcuchaca donde esperaría refuerzos”. (p. 69). Este holocausto dejó una huella muy profunda en el corazón del pueblo concepcionino que, desde entonces, el 3 de marzo de cada año, pasó a ser una fecha de conmemoración con unción patriótica, aunque por mucho tiempo fue relacionado con la acción de las heroínas Toledo, debido a que no se leyó bien el curso de la historia. El doloroso episodio al que nos referimos se encuadra dentro de la escalada represiva del gobierno colonial, en vista de que los pueblos del Perú venían luchando intensamente por su libertad e independencia. El 20 de noviembre de 1820 en Huancayo se había proclamado la independencia del Perú, el 6 de diciembre siguiente la Expedición de Arenales derrotó a las fuerzas realistas en la batalla de Cerro de Pasco. Ante esta situación el ejército depuso al virrey Pezuela y colocó al jefe militar como Virrey. Para contener la convulsión de la región central La Serna mandó un destacamento al mando de Ricafort en apoyo de Carratalá, que se encontraba en Izcuchaca. El 29 de diciembre del mismo año Huancayo sufrió un duro golpe en Azapampa, y en la madrugada del 3 de marzo de 1821 el ejército de Ricafort, en su trayecto hacia Izcuchaca sorprendió en Concepción al destacamento de caballería compuesto por cerca de cien hombres, mientras dormían sin presagiar ningún peligro; el destacamento había sido dejado allí por Félix Aldao, con el encargo de observar y hacer propaganda patriótica para incentivar la insurgencia. El resultado de este asalto dejó muertos y heridos y unos 20 prisioneros, seguido del acostumbrado saqueo y destrucción del pueblo, aunque algunos pudieron escapar favorecidos por la oscuridad y el conocimiento que tenían del terreno. La sin par acción de las Toledo, en cambio, será un mes después, cuando estas distinguidas damas le oponen resistencia en el puente Balsas al ejército de Jerónimo Valdés, compuesto de mil doscientos hombres: dos batallones de infantería y dos escuadrones de caballería, que partió del campo de Asnapuquio el 25 de marzo, para reforzar a los realistas empeñados en aplastar a los pueblos alzados del centro del país. Volveremos con ellas.
Lima, 3 de marzo del 2012.
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