Rescate de una
Efemérides
El 11 de julio de 1882, sucedió en el pueblo de Matahuasi, provincia de
Concepción, departamento de Junín, un hecho sangriento, como todos los que
protagonizó el ejército chileno a lo largo de la Guerra del Guano y el
Salitre, hecho silenciado por la historia por más de cien años. Parece que
ningún historiador peruano, excepto el mayor Eduardo Mendoza, le dio
importancia; en cambio, el chileno Jorge Inostroza en su libro “Adiós al
Séptimo de Línea” (1) lo cuenta detalladamente. Después de cumplir la macabra
tarea de vengar la bien merecida muerte del destacamento chileno acuartelado en
Concepción, el ejército reemprendió la retirada, pero aún le faltaba la
destrucción del pueblo. A continuación tomamos textualmente del mencionado
libro:
“-Coronel Robles -gruñó Del Canto-, destaque una
compañía de su cuerpo para que incendie inmediatamente todas las casas de La Concepción.”
“Poco antes del mediodía -11 de julio- la columna
expedicionaria volvió a ponerse en marcha. Extendida en más de diez kilómetros,
iba serpenteando lentamente por el camino que contorneaba los cerros. Detrás de
la retaguardia, en la hondonada donde yacía La Concepción , surgían
decenas de penachos de humo, que al elevarse por la atmósfera diáfana se
fundían en una sola columna. Eran las casas del pueblo del sacrificio ardiendo
en su totalidad.”
“Los ardores del batallón “Chacabuco” no se calmaron
por el hecho de haber sido trasladados a la cabeza de la columna. Lejos de eso,
su rabioso encono pronto encontró cauces por donde desbordarse. El coronel Del
Canto no tardó en tener noticias de ello.”
“Se acercaban al poblado de Matahuasi, cuando el
repique seco de nutrida fusilería repercutió entre las montañas que encierran
al valle. El jefe de la división detuvo su caballo de un golpe al oír los
estampidos.
-¿Y esas
descargas qué significan? –gritó, sospechando lo que ocurría-. ¡Ayudante
Villota, corra a la vanguardia y averigüe qué pasa!”
“El
batallón “Chacabuco” se había adelantado impetuosamente y entró a Matahuasi al
mismo tiempo que los exploradores. La tropa encontró allí a un grupo de
montoneros armados que no había tenido tiempo de huir y los acribilló a
balazos, llenándolos de plomo. No saciados con eso, sacaron de sus casas a todos
los pobladores varones y los fusilaron en el instante mismo. Fueron cuarenta
los que cayeron pasados por las armas. Antes de que el coronel Del Canto
pudiera intervenir, prendieron fuego al pueblo y lo convirtieron en una hoguera.”
“El jefe
de la división se tragó sus objeciones sobre aquel abuso de facultades en que
habían caído los jefes del “Chacabuco”. Trató de convencerse a sí mismo diciéndose que los chacabucos tenían
motivos sobrados para estar tan rabiosos y tomarse una venganza tremenda. En
consecuencia, cerró los ojos y los dejó continuar en la vanguardia.” (Hasta
aquí la cita).
En lo
que acabamos de ver, podemos entender que la masacre fue mucho más atroz,
porque quien lo dice es un chileno, que deliberadamente esconde los más
horrendos crímenes de sus connacionales. No es que los cuarenta montoneros no
habían tenido tiempo de huir, sino que a sabiendas y conociendo su precaria
situación salieron para hacerles frente, pero la inmensa superioridad en número
y armamento hizo que rápidamente fueran acribillados. Luego dice que “sacaron
de sus casas a todos lo pobladores varones…” Eso tampoco se puede creer, puesto
que la orden de Del Canto era degüello general sin dejar con vida a nadie, y lo
cumplieron al pie de la letra. El propio jefe de la división reconoce “aquel
abuso de facultades” que perpetraron ante una indefensa población, y tratando
de justificar tamaños desmanes se dijo asimismo “que los chacabucos tenían
motivos sobrados para estar tan rabiosos y tomarse una venganza tremenda.” Entonces,
pues, el asesinato de la población fue total e indiscriminado.
Ahora bien, ¿qué motivó a los
matahuasinos para tomar esa decisión? Sabían que el ejército chileno tenía que
pasar necesariamente por su pueblo, sabían
también que era inmensamente superior en número y armamento, equipamiento y
organización. Conocían de los crímenes, latrocinios y violaciones que cometían los
chilenos en todos los pueblos invadidos y lo que habían hecho de Concepción el
día anterior; lo sabían muy bien, porque algunos de ellos eran sobrevivientes de
esa acción. Matahuasi todavía no era distrito, era anexo de Apata, pero entendía
perfectamente que era necesario detener al enemigo para que el ejército de
Cáceres que venía atrás, en persecución, pudiera alcanzarlo. Tomada la
decisión, seguramente contaron a sus efectivos, sumaban 40 los montoneros
armados, pero cuáles eran sus armas: hondas, piedras, palos, rejones y algunas
escopetas, y así se enfrentaron, y fueron ellos los primeros en caer fulminados
por el fuego enemigo; luego, siguió la masacre, y de qué manera, sacaron de sus casas a todos los pobladores del
pueblo, sin respetar sexo ni edad, y los fusilaron al instante mismo y,
finalmente, el pequeño pueblo fue saqueado y entregado a las llamas. Era
mediodía, sólo se salvaron los que habían ido a trabajar a sus chacras.
Cómo no recordar
y admirar el gesto de esa pléyade de patriotas, que en acto similar a la
defensa del Morro de Arica, ante la intimidación chilena de rendirse y entregar
la plaza, Bolognesi prefirió luchar hasta quemar el último cartucho; aquí
sucedió algo parecido, sabiendo que no tenían ninguna posibilidad de éxito,
prefirieron pelear y entregar sus vidas por defender sus tierras, lo que
siempre les perteneció y el honor mancillado por la horda araucana. Por eso es
que la Asociación
Cultural Matahuasi y la Municipalidad
distrital han levantado un monumento en homenaje a los Combatientes
Matahuasinos de la Guerra
con Chile, para perennizar su memoria y tenerlos siempre en la mente y en el
corazón a ese conglomerado anónimo que, en las horas más aciagas de la patria,
ante el llamado del Vencedor de Tarapacá
y Héroe de la Resistencia ,
el Taita Cáceres, no vacilaron en enrolarse en las filas de la contienda y
escribir con sus actos páginas de gloria en nuestra historia
Desde la década
de 1960, veníamos informando sobre estos sucesos a través del boletín “El
Níspero”, la revista “Eco Andino” y otros medios, pero cuando en 1998 se fundó
la “Asociación Cultural Matahuasi”, formada por matahuasinos residentes en Lima,
presidida por el autor de estas líneas, solicitamos al alcalde, por entonces
Hugo Sotil, la realización de un conversatorio, para informar a las
autoridades, ciudadanía, profesores y alumnos del quinto de secundaria, la
participación de Matahuasi en la
Guerra con Chile. El exalcalde provincial, Prof. Teodomiro
Román Rodríguez, a la sazón presidente de la Orden de la Legión Mariscal Cáceres Filial
de Concepción, fue invitado para dar una visión de conjunto sobre la guerra de
conquista que desató Chile con la ayuda de Inglaterra contra del Perú, y quien
escribe estas líneas expuso sobre la participación de Matahuasi en esa hecatombe.
El evento histórico cultural se realizó con éxito el 28 de abril del 2000,
dando como resultado la expedición de un decreto municipal oficializando el 11
de Julio como Día Cívico Patriótico en toda la jurisdicción del distrito y
disponiendo que los centros educativos incluyeran en sus calendarios la fecha
de esta nueva efemérides para que recuerden todos los años el sacrificio de
nuestros padres, y que el Concejo Municipal fuera la entidad que encabece la
conmemoración anual en acto público con desfile y otras actividades.
El 20 de enero
del 2004 se inauguró el Monumento a los Combatientes Matahuasinos de la Guerra con Chile,
construido en la Plaza
Mayor del distrito por la Asociación Cultural
Matahuasi, siendo alcalde Wilson Chávez. En el mismo acto se develó el busto
del soldado Lorenzo Yupanqui, muerto heroicamente en la batalla de Huamachuco
del 10 de julio de 1883. De este modo la Asociación Cultural
rescató del olvido la fecha del 11 de Julio, día en que el pueblo de Matahuasi, en 1882, durante
la Campaña de
la Resistencia
enarbolada por el ínclito Mariscal Andrés Avelino Cáceres, se inmoló en aras de
la Patria y el
Honor Nacional.
(1) INOSTROZA C. Jorge, Adiós al Séptimo de Línea, Tomo V, 8va. Ed.,
Santiago de Chile, 1955, p. 264 - 265.
CPP. Lope Yupanqui
Callegari
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