Resumen
de la Presentación del libro
“Reseña
Histórica y Monográfica de Maravilca”
Ubicación:
Maravilca es actualmente un Centro
Poblado con administración propia de sus recursos, para lo cual cuenta con su alcalde,
concejo municipal, gobernador, juez de paz y agentes en sus barrios.
Corresponde a la jurisdicción del distrito de Matahuasi, provincia de
Concepción. Pero ¿Qué era Maravilca antes de que llegaran los Incas a esta
región? Era una de las tantas tribus o ayllus que poblaba la región del Huancamayo
o Jatunmayo, es decir la región de los Wankas y Xauxas, hoy llamado Valle del
Mantaro. Estos grupos humanos vivían por su cuenta, sin reglas a qué obedecer,
sólo cuando se encontraban frente a un peligro, como otra tribu por disputarse
recursos de subsistencia o algún fenómeno natural, se agrupaban y organizaban
eligiendo al líder, generalmente el más fuerte que los podía defender, llamado
Sinchi. De errantes pasaron a ser sedentarios. El cronista Pedro Cieza de León
refuerza el carácter de autonomía de esos asentamientos cuando dice que “los
huancas antiguamente fueron behetrías, y se daban guerra unas a otras”. Ninguna
saya era dependiente de otra.
Según el historiador Aquilino Castro
Vásquez, (“Hanan Huanca”, 1992, 71) antes de la llegada de los Incas en esta
región se habían consolidado por lo menos cinco parcialidades o sayas
independientes y autónomas con sus respectivos jefes llamados Sinchis, Auqui o
Machu (el término Curaca fue introducido por los Incas), esas cinco sayas eran:
1) Tunanmarca, al mando del sinchi
Siciquilla Pucara;
2) Xauxa, el sinchi Auqui Zapari y
Yaloparin;
3) Marcavilca, el sinchi Canchac Uyca y Tacuri (subrayado nuestro);
4) Llacsapallanga, el sinchi Canga
Alaya; y,
5) Chongos o Piviriapuco, el sinchi
Patán Cochachi, Patán Llocllachin y Chavin.
Y qué sucede cuando llegan los Incas,
éstos en su proyecto de expansión iban incorporando a su dominio los
territorios conquistados de dos maneras por la persuasión o por la guerra, los
sinchis de la saya de Chongos prefirieron ofrecer resistencia y no someterse
fácilmente, pero el ejército imperial, muy superior, decretó el exterminio de
esta parcialidad y el territorio fue incorporado a la saya de Llacsapallaanga,
igual sucedió con Tunanmarca, que tras ser arrasada fue anexada a Xauxa. En
cambio, los sinchis de las otras tres sayas se sometieron pacíficamente al
dominio imperial y fueron nombrados Curacas con una serie de consideraciones y
obsequios, respeto a sus creencias y costumbres, entre otras mercedes. Así
encontraron los españoles dividida la región Huanca-Xauxa: al norte, la
parcialidad de HATUN XAUXA con su centro más importante o capital XAUXA; al medio,
URIN HUANCA o LURIN HUANCA su capital MARAVILCA después TUNA o TUNÁN; y al sur,
HANAN HUANCA su capital SACSAPALLANGA.
Etimología:
Marka,
quiere decir pueblo o lugar; y Willka, sagrado; entonces, Markawillka o Marcavilca
ocupaba un lugar sagrado o considerado sagrado, donde habría habido un
adoratorio o willka, o guaca que viene a ser sinónimo, para rendir culto a sus
dioses.
El extirpador de idolatrías Cristóbal
de Albornoz, que recorrió toda esta zona, menciona a Marcavilca como
Amarayvilca del siguiente modo: “Zunis, es una guaca de los indios
huringuancas; es una piedra questá en un cerrillo, cerca de Amarayvilca.” Como
sabemos, el único cerro cerca de Maravilca es el cerro de Huamanhuaca, un
“cerrillo” o cerro pequeño donde estuvo el antiguo asentamiento humano de Matahuasi
en tiempos prehispánicos. Por entonces, Matahuasi era también un santuario
religioso, donde habrían habido templos o guacas dedicados a la divinidad
huanca, el dios Huallallo Carhuancho. En la parcialidad de Hanan Huanca estaba
la guaca de Warivilca; en Hatun Xauxa, Tunanmarca; y en Lurinhuanca,
Quixwarvilca, esta guaca habría estado en el “cerrillo” de Wamanhuaca, antiguo
santuario de Matahuasi, que los extirpadores de idolatrías destruyeron todo,
para no dejar vestigios de la religión y costumbres andinas.
Por otro lado, el folklorólogo Simeón Orellana
dice que el término Huanca en el
idioma Chipaya, anterior al puquina, significa lugar donde cayó el rayo
convirtiéndolo en sagrado. Se presume en consecuencia que ese rayo cayó en
Marcavilca, pero por qué precisamente en Maravilca, por estar exactamente al
centro de la región del Jatunmayo, territorio Huanca-Xauxa.
Época
Incaica:
Cuando Cápac Yupanqui y Túpac Inca
Yupanqui, hermano e hijo de Pachacútec, conquistan la región de los Wankas, lo
primero que hacen es integrarla como Huamaní, es decir como una nueva provincia
del Imperio de los Incas. Y cuando llegan a Maravilca, los cusqueños se dan cuenta
de que es un lugar apropiado para ser un centro de descanso y aprovisionamiento
del ejército imperial, por lo que utilizando sus bases construyen el Tambo de
Maravilca y por allí hacen pasar el Qhapaq Ñan Inca, es decir el Camino
Principal de los Incas, Ñan, significa
camino y Qhapaq, principal. A medida
que iban ampliando su territorio, iban construyendo el Qhapaq Ñan, de acuerdo a
una política de integración, crecimiento armónico y descentralizado.
Maravilca, Matahuasi y Yanamuclo
tuvieron y tienen el privilegio de que por su suelo pasa el Qhapaq Ñan o Camino
Principal de los Incas. Ingresando de sur a norte por la parte baja de Paccha
en Matahuasi, sigue en paralelo al Huancamayu o río de los Wankas por el oeste
de Chimpamarca, cruza el río Achamayo y sigue por el lado occidental del
cementerio de Matahuasi, de aquí más o menos a 200 metros hace una
curva en dirección del hoy río Mantaro para continuar hacia el norte, allí en
plena curva los Incas dejaron un chasquihuasi, continuando el camino cruza la
actual calle Amazonas, a una cuadra de las líneas del ferrocarril, de aquí
sigue su recorrido hasta cruzar la Lloclla, la estación del Ferrocarril
Central, el Huampón y por todo el Sacamochón continuar hasta llegar al Tambo de
Maravilca, de aquí, siempre por el lado oriental del río Mantaro y por el
barranco llegar a Yanamuclo y después salir de la jurisdicción por Casacancha,
para continuar hacia Xauxa.
Diversas personalidades han expresado
su admiración por al Qhapaq Ñan Inca, por ejemplo, según el historiador Juan
José Vega, el Imperio Incaico trazó la red más amplia de caminos que registra
la historia. “Los caminos de ese Imperio fueron mejores que los de la Europa de
su tiempo.” Para el francés Michel de Montagne, fueron superiores a todas las
obras emprendidas “por Grecia, Roma y Egipto”. Alejandro von Humboldt califica
a los caminos incaicos “como la mayor de la humanidad”. Y, Pedro Cieza de León
dice que “el camino de los Ingas, tan famoso en estas partes como el que Aníbal
hizo por los Alpes, cuando baxó a la Italia, y puede ser tenido éste en más
estimación, assi por los grandes aposentos y depósitos que havían en todo él”.
Esto significa que el Tambo de
Maravilca en tiempos prehispánicos tuvo gran importancia. Fue una saya autónoma
en el Valle, después los Incas organizaron los ayllus, mejoraron y
perfeccionaron las actividades agrícolas, ganaderas, textiles y alfareras,
construyeron el Tambo, el Qhapaq Ñan o Red Vial Inca, a base de puentes y
caminos para que el crecimiento fuera armónico y descentralizado, sin que
faltase nada, establecieron el Correo Inca mediante el sistema de Chasquis. He
ahí la importancia del Qhapaq Ñan. De otro lado, en varias ocasiones fue sede
del ejército incaico donde, sin duda, tomaron acuerdos y decisiones durante el
proceso de conquista de la región, porque Huayna Cápac con su ejército estuvo
en seis ocasiones en territorio Huanca-Xauxa.
Eso fue Maravilca, en el
pasado, tuvo su esplendor en los períodos Preinca e Inca, considerado hasta entonces el centro más
importante de la parcialidad de Lurinhuanca, después será Tuna o Tunán. Qué
bueno sería reivindicar ese pasado glorioso, pero también es importante
revalorar su cultura, escribir y hacer conocer su historia, tal la obra de don
Silvino Quispe Picho, quien pertenece a una generación de hombres que amaban a
su tierra y se preocupaban por la educación de sus hijos, por la observancia
del respeto, la obediencia y demás valores que hacen grande al hombre. No es
casual que en 1952 escribiera un folleto titulado “El aguardiente, la coca y el
cigarro y sus influencias perniciosas en el ser humano”, un trabajo de
contenido eminentemente formativo, de índole moral, porque quería corregir los
hábitos de algunos trabajadores que hacían uso exagerado de esos elementos
necesarios en los trabajos del campo pero no en exceso.
Don Silvino Quispe nació en
Maravilca, el 17 de febrero de 1909, por entonces anexo del distrito de
Matahuasi, provincia de Jauja. Sus padres fueron don Mariano Quispe Limas y
doña Juana Picho. Estudió la primaria en su tierra natal y parte de la
secundaria en el Colegio Nacional “San José” de Jauja. Casado con su paisana
Sabina Orihuela Garay formó un hogar feliz y ejemplar, de esta unión nacieron
sus hijos Marcia y Desiderio. Tolomeo es hijo de Marcia, quien vivió con sus
abuelitos hasta los 16 años de edad, recibiendo a raudales cariño y enseñanzas
que han favorecido, como él mismo lo reconoce, en su formación de maestro de
ceremonias y promotor cultural, y se refleja en el trato tan cariñoso de
Tolomeo cuando se refiere al abuelito Silvino y a mamá Shaba. Ese testimonio de
gratitud es extraordinario y admirable.
En 1934 don Silvino fue director
de la Escuela Elemental Particular de Maravilca. En 1938, director de la
Escuela de Varones 5193 del distrito de Jarpa, provincia de Huancayo. En 1946
trabajó en la oficina de Registros Públicos de Junín en Huancayo. En 1948
regresó a su tierra como secretario de la Agencia Municipal de Maravilca, luego
como Agente Municipal; y, finalmente inauguró el Juzgado de Paz convirtiéndose
en el primer Juez de Paz de Maravilca.
Tuvo protagónica participación
como primer presidente del patronato escolar de los centros educativos de
varones y de mujeres. Hizo construir un estante de madera que hasta ahora sirve
en la dirección del plantel. Compró 30 metros de tela roja para el telón del
salón de actos donde se realizan las veladas literario-musicales, que ahí están
hasta ahora. Como Agente Municipal siguió un expediente de límites con
Yanamuclo con resultado favorable. Consiguió la transacción con un vecino que
demandó al pueblo por la construcción de la Escuela de Varones 5175. Hizo
labrar adobes para la Escuela imponiendo a los casados 150 adobes y a los viudos
75, luego hizo acarrear 12 mil adobes desde las orillas del río Seco hasta la
plaza donde se levanta el local. Consiguió un subsidio del Estado para el
techado del plantel. Siendo delegado ante la Junta de Desarrollo Comunal del
distrito de Matahuasi hizo programar por el Consejo Nacional de Desarrollo
Comunal la culminación del local escolar y la construcción del puente sobre el
río Seco en el paraje “Chacamariano”.
Añoraba que la limpieza de la
Acequia Grande y sus ramales ya no se hacía como antes, que estaba bien
organizada, cada año el 9 de mayo, indefectiblemente, una semana después de que
se hacía en Matahuasi, el 2 de mayo. Esas faenas se amenizaba con orquesta, al
que faltaba se le multaba cortando un árbol de su terreno que se vendía para cubrir
los gastos. Desde que pasó la administración de esas aguas a la Oficina de
Irrigación se desorganizó todo. Ahora, Los vigilantes de aguas, elementos
extraños que no conocen las costumbres del lugar, no se preocupan de su
limpieza, las autoridades tampoco,
Don Silvino, que amaba el
progreso de su pueblo, tuvo la precaución de recopilar noticias, leyes y otros
escritos, y tomar nota de cualquier dato concerniente a Maravilca para después
plasmarlos en el libro que hoy su nieto Tolomeo lo ha publicado, cumpliendo una
promesa que le hiciera el día de su sepelio. Dice que ese día, el día de los
funerales de don Silvino, “el cielo se nubló y los gorriones, jilgueros y
chihuacos no trinaban igual”. En medio de ese escenario silencioso y tétrico,
su nieto Tolomeo prometió no descansar hasta dar a luz el libro de su querido
abuelito. Sin duda que por eso Tolomeo dice ahora en la Presentación del libro:
“Seguro estoy que mi abuelito, no descansaba en paz hasta no ver su libro
publicado. Ahora sé que no sólo descansará en paz, sino que en ese descanso se
sentirá feliz”.
“Desde muchos años atrás –dice
don Silvino- mis sueños y anhelos fueron escribir algunas páginas de carácter
geográfico e histórico sobre mi pueblo.” Con esta premisa, creyó que “todo
Maestro debería de escribir un libro” y habiendo ejercido ya la docencia y al
constatar que la juventud, incluyendo a universitarios y profesionales, que
poco saben de Maravilca y “no se preocupan de averiguar sobre el origen de su
pueblo”, le llegó la oportunidad de hacer realidad el sueño de escribir un
libro, fruto de su espíritu de observación y con la finalidad de que su mensaje
sirva de “iluminación, porque –según palabras del autor-- mi deseo es hacer
conocer a los hijos de Maravilca y a la colectividad en general, los hechos más
saltantes que acontecieron en este pueblo.”
El libro viene a ser un
compendio de todo lo que ofrece una monografía, en este caso de Maravilca, y don
Silvino es muy acucioso al reseñar los diversos acontecimientos que han ido
sucediéndose a través del tiempo hasta su consolidación como un pueblo
organizado, con miras a seguir creciendo. Es interesante conocer cómo don
Silvino Quispe está presente en múltiples circunstancias de gestiones, arreglos
y demás acciones en el desarrollo de la constitución del pueblo, en la
construcción de sus principales obras, en los litigios de los cuales Maravilca
siempre sale airoso. Finalmente, es apreciable la relación de autoridades,
ciudadanos notables, profesionales, empresarios, industriales, comerciantes y
otros. Sin duda, es un justo homenaje a los hombres y mujeres que han dado vida
a un pueblo noble y trabajador como Maravilca, lo cual es un digno ejemplo para
que las generaciones presentes y futuras sigan acrecentando las huellas dejadas
por sus antecesores.
Esta obra es el producto de los
estudios, inquietudes y conocimientos de don Silvino porque, como dice él
mismo: “desde que aprendí a escribir he servido como Secretario de muchos
Agentes Municipales, habiendo hecho acopio de muchos datos de Maravilca…”,
situación que le permitía disponer de cuantiosa información privilegiada, y
tuvo la precaución y el buen tino de volcar todo ese bagaje al presente libro para
que esos datos no se pierdan y sirvan de memoria para la posteridad. Vendrán
otros a enriquecer la historiografía local, pero todos tendrán que partir de la
obra inicial dejada en buena hora por don Silvino Quispe Picho.
Lima, 15 de febrero de 2017.
CPP. Lope Yupanqui Callegari
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