martes, 31 de enero de 2012

Registros Públicos de Lima inscribió al
Consejo Directivo del Club Departamental Junín

El consejo directivo del Club Departamental Junín, que preside el ingeniero Luis Antonio Robles Recavarren, fue inscrito en la Superintendencia Nacional de los Registros Públicos de Lima, SUNARP. La resolución respectiva, de fecha 02 de Enero del 2012, lleva el número 124-97-SUNARP y está firmada por el Registrador Público (S) de la Zona Registral Nº IX, sede Lima, Johny Alberto de la Cruz Gamarra.

Este reconocimiento es un hecho importante en la continuidad legal del Club Departamental Junín, fundado el 02 de Marzo del 2007, bajo el liderazgo del periodista Abelardo Samaniego Arauco, primer presidente de la institución. Al respecto, el presidente de la Asociación de Clubes Departamentales del Perú, ACDP, Eco. Félix Murillo Alfaro, ha confirmado que el CDJ ya se encuentra plenamente integrado a esta superior instancia, de conformidad con su estatuto recientemente aprobado y la ley Nº 29363 de Clubes Departamentales, Provinciales y Distritales del Perú.

El Consejo Directivo nombrado para el bienio 2011 – 2013 está constituido por los siguientes ciudadanos:
PRESIDENTE: LUIS ANTONIO ROBLES RECAVARREN
Vicepresidente: Rafael Samaniego Arauco
Fiscal: Ángel Orihuela Navarro
Secretario de Actas: Carlos José Maldonado Núñez
Tesorera: Eva Villarroel Figueroa
Protesorero: Alfredo Yaulimango Jinés
Secretario de Organización: Lauro Salcedo Ricalde
Secretario de Cultura: José Benigno Peñaloza Jarrín
Secretario de Prensa y P.: Lope Yupanqui Callegari
Secretaria de A. Social: Rosa María Salmon Galdos
Secretario de Juventudes: Enrique Yupanqui Mesías.

Se invita, en consecuencia, a los hijos de las nueve provincias y 123 distritos del departamento de Junín, a los directivos de las diferentes instituciones provinciales y distritales de la Región Central del país, a visitar al CDJ en la siguiente dirección provisional: Calle Pirandello Nº 451 San Borja (altura de la cuadra 29 de la Av. Aviación), los días jueves a las 19 horas.

Teléfonos: 964108691 978479920 996348681 998850296.

Secretaría de Prensa

Historias Trujillanas

HISTORIAS TRUJILLANAS
de Constante Traverso Flores, el miércoles, 4 de enero de 2012 a la(s) 7:23
“DE OPERARIO A EMPRESARIO” (1888-1934)

Homenaje a la familia Callegari
Escribe: Constante Traverso Flores
Antes de referirnos al personaje central de esta historia, vamos a remontarnos unos años atrás, para detallar brevemente, la historia de la pequeña industria y comercio trujillano, cuyo auge en estos días es notorio. Justifico así, históricamente, el derecho que tiene mi tierra de ser el polo de desarrollo industrial de la Región Norte.
Debemos ser sinceros y afirmar que -por regla general fueron ciudadanos extranjeros los que en diversas épocas, establecieron o fomentaron las pequeñas industrias en Trujillo.
Desde sus orígenes, y por el papel que jugó en el proceso de Independencia, y ser considerada hasta en dos oportunidades capital del Perú, Trujillo fue una ciudad muy atractiva por la riqueza de sus valles, que emergieron como los nuevos enclaves económicos. La modernización de la industria azucarera, la libertad de comercio y la apertura a inversiones extranjeras, permitió la llegada a de varias familias europeas. El francés Marcelo Come, fue uno de los primeros fundidores residentes en Trujillo.
Pero los viejos trujillanos, cuentan que fue un inglés quien estableció una fundición de importancia, allá por la época de la Guerra con Chile.
Don Felipe Cole ubicó su planta en la última cuadra de la calle Gamarra, cerca a los linderos de La Muralla.
Esta fundición se mantuvo hasta la primera década del siglo XX. En sus buenos tiempos, abastecía no sólo para cumplir con las necesidades locales, si no también atendía las necesidades de las haciendas azucareras de los valles vecinos.
La empresa del ferrocarril no tenía -en sus inicios- fundición propia, y utilizó la Fundición Cole, para hacer todos los trabajos que la empresa necesitó.
Los antiguos trujillanos revelan también que fue un súbdito español apellidado Lombraña, el que estableció en la zona una de las primeras destilerías para elaborar vinos de buena calidad, que tuvieron gran acogida.
Los hermanos Centenaro, Virgilio, Andrés y Santiago, ciudadanos italianos, construyeron un alambique en la esquina de las calles Gamarra y Grau. Empezaron su floreciente empresa industrial fabricando vinos y licores, convirtiéndose en poco tiempo, en los más fuertes compradores de alcohol de las haciendas vecinas. Ampliaron sus negocios con otros derivados e inauguraron otro establecimiento en la esquina de San Lorenzo.
Corrían los años 1885 a 1888. Don Alberto Sommaruga, quien vino especialmente contratado por la Negociación Chiquitoy, renunció a su cargo para establecer una serie de pequeñas industrias en Trujillo, entre ellas, una curtiembre y derivados que fue después la base de su inmensa fortuna.
Don Luis Lombardi, otro ciudadano de nacionalidad italiana, estableció la primera fábrica de cerveza en Trujillo y también tuvo mucho éxito. Su local estaba situado en la calle Progreso (Pizarro), muy cerca de la Iglesia de La Merced.
Don Eduardo Mannucci, farmacéutico, se asoció a don Juan N. Armas, para establecer la primera fábrica de fósforos a la que llamó “La Estrella”. Esta industria desapareció después de la creación del Estanco de fósforos.
Don Eduardo Melly fue quien instaló la primera fábrica de gaseosas. Los hermanos Centenaro, tuvieron entre sus operarios a un compatriota llamado Eugenio Callegari, nombre muy familiar para los trujillanos, pues fue uno de los primeros en conquistar Lima con la fabricación de sus vinos.
Don Eugenio Callegari nació en Mattarana, provincia de Génova, Italia, el 9 de Enero de 1863. Su familia tenía cierta comodidad económica, pues sus hermanos mayores eran profesionales., Uno fue médico, otro ingeniero y el tercero sacerdote.
Don Eugenio pudo haber seguido ese camino, pero dejó todo atraído por las leyendas que llegaban hasta su tierra sobre el “nuevo mundo”. Arribó a Lima en 1877 a los catorce años de edad. Después de permanecer un tiempo en la capital, se trasladó a Trujillo en 1888, contratado por los hermanos Centenaro, compatriotas suyos, para trabajar como operario. Cuatro años después en el año 1892, a la edad de 29 años, se independizó de sus jefes y probó fortuna por su propia cuenta.
En la calle Gamarra, frente al Mercado Central, inauguró un saloncito al que llamó “Elefante Blanco”, el mismo que hasta 1940 era conocido como el “Bolognesi”. Elaboró un buen vino que pronto se popularizó entre los trujillanos, obteniendo grandes utilidades.
Años más tarde, consolidó su situación instalando los primeros baños públicos tibios y fríos de nuestra ciudad, que funcionaron desde 1897 hasta 1947. En 1899 estableció una fábrica de chocolates. En 1900, compró unas tierras a las que nadie le daba importancia, colindantes con La Muralla. Allí construyó una casa de vecindad que llamó “Bella Aurora”. En 1911, instaló una fábrica de galletas y una refinería de azúcar.
Nadie como él, supo aprovechar la época de la post-guerra. En 1920, cuando todos los comerciantes e industriales sufrían una aguda crisis económica, él modernizó su fábrica de chocolates. Ese mismo año inauguró un hotel al que llamó “Nuevo Hotel”, ubicado en la calle Libertad (Almagro), convirtiéndose en el primero y mejor de su clase. En 1927 adquirió la hermosa casona de la familia Valderrama, ubicada en la cuadra siete de la calle Progreso (Pizarro), y después de acondicionarla, la convirtió en el Hotel Americano, que ocupó inmediatamente el primer lugar entre los establecimientos de su género. Para ampliar este, compró el Hotel América, situado en la calle Bolívar, uniéndolos a través de un pasadizo interior.
Formó un hogar muy respetado y tuvo 14 hijos, todos ellos educados en la escuela austera del trabajo y el complimiento. A los 76 años fundó la Sociedad Industrial Callegari Hnos. y en 1929, nombra como gerente a su hijo Andrés.
Murió el 24 de Enero de 1934, y por cláusula testamentaria, este extranjero que amó el Perú y Trujillo, que hizo una cuantiosa fortuna con mucho esfuerzo y perseverancia, obligó a sus 14 hijos -todos peruanos- a mantener la Sociedad Industrial Callegari Hnos., duplicando su capital inicial para que la conserven viva en su memoria. Y, para perpetuar su apellido, ennoblecido con el sudor de su frente, pasó de ser un “operario” a próspero empresario, y ejemplo para todas las generaciones trujillanas.
CTF-Trujillo-1977