sábado, 11 de julio de 2015

Marcavalle, Pucará, Concepción y Huamachuco

La Orden de la Legión Mariscal Cáceres recordó el 
133º Aniversario de las Batallas de Marcavalle, Pucará y 
Concepción y el 132º del holocausto de Huamachuco

Agradezco al General Presidente de la Orden de la Legión Mariscal Cáceres el honor de permitirme hacer uso de la palabra en esta ocasión en que conmemoramos un aniversario más de las triunfantes batallas de Marcavalle, Pucará y Concepción y el holocausto de Huamachuco, hechos acaecidos durante la gloriosa Campaña de la Breña, conducida magistralmente por el entonces General Andrés Avelino Cáceres Dorregaray.
Sabemos que fracasadas la Campaña Naval y la Campaña Terrestre del Sur, la guerra de Chile contra el Perú iniciada el 5 de abril de 1879 llega a la capital de la República y tras los desastres de San Juan y Miraflores el dictador Nicolás de Piérola abandona Lima el mismo 15 de enero de 1881, mientras Chorrillos, el Barranco y Miraflores se consumían en llamas.           
Para Piérola y sus partidarios la guerra había terminado con la ocupación de Lima por los chilenos, mientras que para el General Cáceres era perfectamente viable emprender la resistencia en otro escenario, mediante una guerra de desgaste, porque en sus planes estaba lograr el triunfo o, por lo menos, crear las condiciones para negociar una paz aceptable y honrosa.
Cuando en abril de 1881 el general Cáceres se hace cargo de las operaciones, en el centro del país no había ejército y las guerrillas que existían habían surgido por iniciativa de vecinos entusiastas sin ningún apoyo de Piérola. En estas condiciones se llega a 1882, y después de vencer los embates de la naturaleza en Julcamarca y en Acuchimay el levantamiento de Arnaldo Panizo, el general Cáceres avanza con los preparativos y adiestramiento del Ejército del Centro, los pobladores se alistan para la lucha, la decisión de combatir se alimentaba con la evocación de la participación de los contingentes serranos en la defensa de Lima, el relato de los sobrevivientes de San Juan y Miraflores era la mejor propaganda que avivaba el patriotismo.
En las principales ciudades del centro del país se habían instalado las fuerzas de ocupación comandadas por el coronel Estanislao Del Canto. Para el sostenimiento contaban con los recursos del lugar, que lo conseguían mediante el saqueo y el robo, la imposición de cupos en dinero y otras especies. Virgilio Roel Pineda, dice: “El robo y el saqueo fueron una práctica que se impuso en el ejército chileno de una forma tal, que el procedimiento se utilizó como un señuelo ante la soldadesca: se le ofreció a los soldados, como atractivo, que ejercerían la práctica bárbara y bestial del saqueo, y como gran parte de sus tropas provenía del hampa o tenía mentalidad delincuencial, se lanzaron a la guerra esperando el momento de asaltar, robar, violar, destruir y asesinar. Por supuesto que los mandos cumplieron casi siempre su promesa de dar libre curso al saqueo…”
Esta práctica agravaba la precaria situación de los pobladores, más la actitud profundamente racista contra los indígenas, fueron creando las condiciones para la reacción generalizada de las comunidades en el mes de abril de 1882. “La insurrección de abril –dice Nelson Manrique- fue una movilización de masas de la cual sólo por excepción se conocen algunos nombres, mientras que la inmensa mayoría de los heroicos combatientes permanecen en el anonimato… El gran protagonista de la resistencia guerrillera del valle del Mantaro fue, pues, el campesinado indígena de las comunidades, quien tuvo la iniciativa y llevó el peso de las acciones sobre sus hombros”.
A fines de mayo, el general Cáceres consideró que las fuerzas que había organizado en Ayacucho estaban ya en condiciones de entrar en campaña y, al mismo tiempo, los pobladores reclamaban su presencia para desalojar a los invasores chilenos, que habían convertido la vida de inermes y pacíficos agricultores en una situación insoportable. El conductor de la resistencia inicia, entonces,

La Gloriosa Contraofensiva del Ejército del Centro.

El plan concebido por el general Cáceres consistía en lanzar un asalto simultáneo contra tres objetivos vitales: el primero era cortar el puente de La Oroya para impedir la fuga de los chilenos con dirección a Lima, su ejecución fue encargada a una columna al mando del coronel Máximo Tafur. La segunda columna, al mando del coronel Juan Gastó, debía marchar por el flanco oriental del valle para unirse con el contingente de Comas y atacar a la guarnición chilena acuartelada en Concepción. Y la tercera columna formada por el grueso del Ejército al mando del propio general Cáceres, que debía marchar sobre las posiciones de Marcavalle y Pucará empujando a las fuerzas chilenas hacia el norte, y todas las guerrillas de uno y otro lado del valle del Mantaro cooperarían con las operaciones del Ejército. 
La misión de volar el puente de La Oroya no se cumplió debido a que por falta de coordinación los guerrilleros de Chacapalpa atacaron antes del día fijado y, por desgracia, fueron rechazados, quedando las fuerzas enemigas a salvo.
El general Cáceres, en cambio,  con el grueso del ejército, en la madrugada del glorioso 9 de julio, el batallón Tarapacá inició las acciones, trabando combate con las avanzadas chilenas de Marcavalle haciendo que se replegaran a Pucará, de donde también fueron desalojados, huyendo a Sapallanga y luego a Huancayo. El triunfo del Ejército del Centro resultó contundente e indiscutible.
Ese mismo 9 de julio por la tarde, la columna del coronel Juan Gastó y las fuerzas de Ambrosio Salazar, que comandaba el contingente de Comas y Andamarca, atacaron al destacamento chileno acuartelado en Concepción y luego de un feroz combate que duró 17 horas, hasta la mañana del 10 de julio, dieron muerte a todos los integrantes de ese indeseable destacamento chileno. En Concepción se encontraba la cuarta compañía del escuadrón Chacabuco, al mando del teniente Ignacio Carrera Pinto. En esta compañía habían algunos que eran gente distinguida: Ignacio Carrera Pinto era sobrino del presidente Aníbal Pinto, Julio Montt Salamanca era hijo del ministro de Guerra, Arturo Pérez Canto era sobrino del coronel Estanislao Del Canto, Luis Cruz Martínez era también de ascendencia ilustre.
Lo ocurrido en Concepción provocó una gran conmoción en Chile. Jorge Basadre cita al historiador chileno Gonzalo Bulnes, quien dice: “La campaña de Canto fue un desastre. Emprendida en el concepto de ganarse la simpatía de la sierra y de privar de nuevos soldados al ejército de Cáceres, lo que se consiguió fue estimular un levantamiento de odios implacables y dar a Cáceres un poderoso concurso de hombres”. Esta cita es un claro reconocimiento a la estrategia del general Cáceres.
Para Chile la guerra había terminado con la toma de Lima; sin embargo, por los resultados del 9 de julio en Marcavalle, Pucará y Concepción, en el congreso chileno Vicuña Mackenna planteaba la desocupación de Lima, el presidente Domingo Santa María era partidario de abandonar Lima y retirar las fuerzas de ocupación hasta la línea de Sama.
Pese a que no se había podido evitar la fuga del ejército chileno por el puente de La Oroya, la Contraofensiva del Ejército del Centro fue un rotundo éxito, quedando el departamento de Junín libre de las fuerzas invasoras, que fueron perseguidas hasta la costa en su desastrosa fuga.

El Holocausto de Huamachuco

Al año siguiente, el 10 de julio, ese ejército triunfante en la sierra central va a sufrir en Huamachuco un espantoso revés. La tenaz lucha, dice Basadre, tuvo lugar en la llanura del Purrubamba que tiene cinco kilómetros de este a oeste y dos y medio de norte a sur, medidos entre las cumbres del Sazón y del Cuyurga. “Después de cuatro horas –continúa-, las huestes de Cáceres eran dueñas del llano y se hallaban al pie de las pendientes del Sazón… Los peruanos palparon la inminencia de la victoria”. “Fue imposible -dice el general Cáceres- contener a muchos de nuestros valientes soldados que, enardecidos y alentados por haber hecho retroceder repetidas veces a los chilenos, se lanzaron impremeditadamente sobre el cerro que ellos ocupaban, trepando con firmeza y serenidad a pesar del mortífero fuego que les hacían de sus atrincheramientos…; su caballería se esforzaba en contener a parte de sus infantes que huían en completa dispersión y los más esforzados de los nuestros casi se confundían en las cimas del cerro con sus enemigos, cuando repentinamente retrocedieron desde esa altura gritando ¡municiones! ¡municiones!”
Cinco horas de combate habían consumido los pertrechos peruanos y a esta carencia se unía la falta de bayonetas para el choque cuerpo a cuerpo. Los chilenos emprendieron un contraataque a la bayoneta, reforzado por la caballería. Los infantes peruanos a culatazos no pudieron contener la superioridad chilena. El ejército peruano tuvo una pérdida cuantiosa de jefes, oficiales y soldados. Todos los prisioneros fueron fusilados. El “repase” o ultimación de los heridos fue total. “Yo mismo –dice el general Cáceres- me lancé con mi escolta a contener a los dispersos, y, lejos de conseguirlo, fui atacado por la infantería chilena. Mi escolta fue destrozada, y luego me vi envuelto por jinetes chilenos a punto de caer prisionero. Completamente solo me abrí paso entre el enemigo y pude alejarme rápidamente gracias a la agilidad de mi caballo (el “Elegante”).” “La persecución emprendida por los chilenos, tras la batalla duró varios días. Luego ya no fue una persecución… sino que se convirtió en una inhumana cacería de hombres. Piquetes de caballería chilena, guiados por los adictos de Montán, recorrieron las chozas y las cabañas de las aldeas y caseríos vecinos asesinando a oficiales y soldados que habíanse cobijado en ellos.”
“Las autoridades iglesistas festejaron jubilosas la victoria de los chilenos. Iglesias mandó una comisión especial a Huamachuco para felicitar en su nombre a Gorostiaga”. Mas, esta derrota no fue aceptada por Cáceres como el final de la campaña, y mientras se dirigía hacia el centro se detuvo en el pueblo de Mollepata el 12 de julio, para lanzar una proclama que anunciaba proseguir la lucha contra el invasor. “Aunque… el ejército de mi mando sucumbió valerosamente en los campos de Huamachuco, me siento aún firmemente resuelto a seguir consagrando mis fuerzas a la defensa nacional, pues el desastre sufrido, lejos de abatir mi espíritu ha avivado, si cabe, el fuego de mi entusiasmo”, sentenció el Héroe de la Resistencia, palabras que según Basadre la historia del Perú debe acoger entre las más bellas que sus páginas pueden registrar.
Y Cáceres continuó luchando, aún después del írrito tratado de Ancón, aceptado por el traidor Iglesias. De no haber sido por esta precipitación, otro habría sido el resultado de la guerra, porque los soldados de Urriola, en 1883,  pudieron fugar protegidos por los terratenientes y sectores de poder del centro del país.
“La Resistencia de la Breña… Constituye el capítulo más brillante del acaecer histórico peruano –dice Ángeles Caballero-, porque aquella resistencia salvó incólume el honor y la dignidad nacionales, lanzando como un solo puño la unidad de los breñeros, colosos andinos que vengaron la ofensa, el escarnio, el atropello inaudito, para elevar su heroísmo a la cima de la gloria.”
Uno de los fundadores de la Orden de la Legión Mariscal Cáceres, el Dr. Pablo Macera, asegura que “La Resistencia de Cáceres consiguió durante un breve momento y en un territorio determinado crear una causa común. Para conseguirla, Cáceres buscó el apoyo de algunas fracciones de la clase dirigente peruana; pero, fundamentalmente, basó su acción en las masas campesinas.” Cita una carta de Cáceres en la que éste reconoce “que en la peor hora de su infortunio el Perú había encontrado sus mejores defensores en el corazón generoso de los pueblos; de ese mismo pueblo a quien se tildaba de masas inconcientes”.
En el Parte Oficial sobre los Combates de Marcavalle, Pucará, Concepción y San Juan Cruz, el Mariscal Cáceres dice: “el ejército de línea es digno de todo elogio por la moralidad observada y el sufrimiento y resignación soportados con abnegación en esta ruda campaña; pero muy en especial debo llamar la atención del supremo gobierno el levantamiento en masa y espontáneo de todos los indígenas del departamento de Junín y Huancavelica prestando con su concurso valiosos servicios.”
Cáceres “solo hizo la tarea de muchos hombres –dice Basadre- Fue como la proa de una nave que caminara aunque fuese mutilada. Los harapos de sus soldados brillaban como una bandera al sol. Parecía este puñado de hombres llevar la patria en brazos. Y hubo momentos en que pudo decirse que en el Perú no relucía oro de más quilates que la espada de Cáceres.”
El Mariscal  Cáceres tiene el inmenso valor histórico de haber transformado el caudal de la decisión popular de combate en disciplina y organización. Debemos, por eso, aquilatar el mensaje de este excepcional soldado que cumplió con su deber en forma extraordinaria, señalando el camino que el Perú debe seguir.
Esta guerra, fue muy bien planificada en Chile, con la finalidad de destruir totalmente al Perú. Lo certifican diversos documentos publicados, como los siguientes, en el diario de Santiago “El Ferrocarril”: “Dejar al Perú militarmente desarmado es poca garantía. Es menester empobrecerlo en sus industrias, escarmentarlo en sus soldados y en las fortunas de sus ciudadanos.” En el mismo diario se lee: “Ni una choza debe quedar en pie estando al alcance de nuestra artillería naval. Nuestros buques deben sembrar por todas partes la desolación y el espanto… Es necesario que la muerte y la destrucción ejercidas sin piedad en los hogares del Perú no le deje un momento de aliento ni respiro y que sucumba al peso de nuestra superioridad militar.” “El Mercurio”, de Valparaíso decía con satisfacción: “Los soldados chilenos no se satisfacen con ver muertos a sus enemigos. Creen que se hacen los muertos, y para dejar bien muertos a los muertos, terminada la batalla, recorren el campo y ultiman a los heridos. A este acto le dan el nombre de “repaso””. Y muchos más. Para qué seguir con el recuento del plan de Chile contra el Perú.
Sin embargo, el mismo Pablo Macera nos informa que la Sierra Central  ha producido un arte popular inspirado en esta guerra. Recuerda que Jorge Basadre dijo en una oportunidad que esa creatividad estaba directamente asociada con la Campaña de Cáceres y más precisamente con la movilización popular que esa Campaña ocasionó. Gracias a la Campaña de Cáceres, la guerra con Chile fortaleció identidades regionales y dio motivo a su capacidad artística y necesidad de expresarlo, quedando registradas principalmente en los mates burilados de Mayocc y Huanta y en los bordados y danzas de Huancayo y Jauja. Las poblaciones del valle del Mantaro recuerdan la guerra con alegría a través de un arte hecho de danzas, música, máscaras, vestidos y disfraces. Para demostrarlo, allí están la “Macctada” o “Tropa de Cáceres” del valle de Yanamarca, los “Avelinos” de San Jerónimo de Tunán, los “Awkish” de Manzanares, Huachac y Chambará, el “Awkish Capitán” de Huaripampa, los “Montoneros” de Matahuasi, entre otras, todas estas manifestaciones expresan las huellas dejadas por la guerra con Chile.
Para terminar, veamos un hecho reciente. El 19 de junio último, el semanario “Hildebrandt en sus trece” consigna la versión chilena del combate de Concepción (batalla de La Concepción como llaman los chilenos), extraída de un libro publicado el 2011 con el título “Ignacio Carrera Pinto: el héroe”, escrito por los historiadores chilenos Julio Miranda Espinoza y Pedro Hormazábal Espinoza. Pese a que ha sido escrito hace recién cuatro años sorprende el trato a los combatientes de la resistencia peruana de odiosos y salvajes, destila en sus páginas racismo y desprecio por los cholos e indios; por el contrario, elevan a la categoría de héroes a una banda de invasores de un país ajeno. Manchan la honra del coronel Gastó, cuando dicen “da autorización de saqueo a los serranos que profanaron, mutilaron y se llevaron cuanto pudieron”, cuando este buen militar, más bien, evitó los desmanes que se hubieran producido después del éxito del combate. El relato parece que repitiera la historia novelada de Jorge Inostrosa, no hablan del infame comportamiento de estos asaltantes y violadores, de los múltiples abusos que cometieron y repiten pasajes de novela como el invento de pedido de rendición con la participación incluso de una dama. El odio y envidia de Chile contra el Perú sigue igual, no ha cambiado y no cambiará nunca. El Perú debe entenderlo así, si no quiere otro “autogol”, porque según Macera “La Guerra con Chile fue un autogol del Perú”, citado en el prólogo de la obra de Manrique. 
 Lima, 7 de julio de 2015.                 
CPP. Lope Yupanqui Callegari                      

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